Una vez más, la cartelera nos invita a continuar recorriendo la popular franquicia sobre las investigaciones del famoso matrimonio de cazafantasmas del siglo XX. Con un slogan que predica que estamos ante el relato “más oscuro” dentro del universo de El Conjuro, la cinta dirigida por Corin Hardy (Los Hijos del Diablo) se propone hacer un festín con los resabios de lo que en algún momento fue considerada la gallina de los huevos de oro.
La acción se encuentra ambientada en 1952 en una abadía de Rumania, donde misteriosamente una monja se ha suicidado. Tal suceso alarma a las autoridades del vaticano, al punto que deciden enviar al Padre Burke (Demián Bichir) a investigar las causas de tamaña ofensa contra Dios . El sacerdote no irá solo, sino que contará con la ayuda de la novicia Irene (Taissa Farmiga), quien aún no ha resuelto tomar los votos. Ambos serán guiados en carruaje hasta el lugar por un rumano apodado Franchute (Jonas Bloquet), el joven que halló el cuerpo sin vida de la monja y que parece más interesado en conquistar a la novicia que en descubrir los extraños fenómenos que ocurren en el pueblo.
El nuevo (que de novedoso no tiene nada) spin-off de El Conjurose sirve del espíritu endemoniado en forma de monja que aterroriza al matrimonio Warren en la secuela del film. Pero la trama se encuentra tan repleta de lugares comunes que el suspenso, la tensión y la intriga que caracterizaba a la creación del productor James Wan, se deshace apenas pasados unos minutos.
Taissa Farmiga- la hermana de Vera, quien encarna a Lorraine Warren en la saga- es totalmente desaprovechada por un guion sin alma, donde la construcción de personajes brilla por su ausencia. Lo mismo podemos decir del mexicano Demian Bichir, quien hasta ahora había hecho un recorrido respetable, siendo incluso nominado al Oscar por su papel en A Better Life (2011).
Las inverosimilitudes y elementos tirados de los pelos (como la propia sangre de Cristo) se hacen lugar a la fuerza con el fin de darle sentido a la historia, algo que ocurre de forma atolondrada en la última media hora. Infaltables los cansinos jump scares, que intentan rellenar con efectos baratos las propias limitaciones narrativas de este refrito.
Los fanáticos acérrimos de El Conjuro quizás terminen perdonando nuevamente la falta de ideas, en pos de un spin-off o secuela que logre revivir la espeluznante experiencia psicológica que nos regaló James Wan y compañía. Para todos los demás, queda claro que La Monjaes la perfecta razón para dejar de reciclar una saga que ineludiblemente ya está agotada.