Establecida como una pre-cuela de las dos entregas anteriores, las conocidas como “El conjuro” (1 y 2, 2013 y 2016 respectivamente) También, y utilizando un término que se puso de moda, una “Spin off”, pero para ir desentrañando digamos que se trata de una derivación de otro texto primario en el cual se repiten algunos elementos, principalmente personajes.
“La Monja” es una historia con estética gótica que se ubica en un tiempo cronológico anterior a sus antecesoras. Corre el año 1952, lugar zona campestre de Rumania, espacio físico, una abadía venida a menos. Recordemos que para esa época Rumania estaba bajo dominio de la tutela comunista. La religión a un costado. El lugar de origen del mal, el país de un Drácula de parabienes.
El filme abre antes de los títulos con una escena clave que luego es dejada de lado hasta el final que intentará explicar todo lo que siguió, cuando una joven monja se quita la vida, en una abadía de clausura en Rumania, obedeciendo al pedido de una hermana superiora. El Vaticano envía al Padre Burke (Demián Bichir), un sacerdote reclutado para un grupo de elite para exorcismos varios, acompañado de Irene (Taissa Farmiga), una novicia a punto de recibir los hábitos de monja. Ella es especial por su don de tener visiones anticipatorias. Ella y el sacerdote ayudados por Franchie (Jonas Bloquet), un campesino de origen supuestamente francés, quien descubrió el cadáver de la monja, encaran la tarea.
El trío se enfrentará a una fuerza maligna, la entidad demoníaca conocida como Valak, con la forma de la misma monja de las producciones anteriores, y es lo único que se repite, en realidad al ser una historia anterior sería mucho más acertado decir que es lo único que subsiste décadas después.
Pero algo del orden de la incoherencia se pone en juego, pues el final de este filme hace alusión al final de, y no es homenaje, a “La danza de los vampiros” (1967) de Roman Polanski. Si en esta funcionaba como una gran broma final, en la actual hasta podría tomarse como parte de un discurso retrogrado cuando no reaccionario. Pero sería darle más importancia de la que realmente tiene, ya que en definitiva ésta realización solo “vio a luz” por el éxito de taquilla de las anteriores. Sin ni siquiera intentar explicar algunos diálogos que mueven a risa en una producción que se quiere tomar constantemente en serio.
De estructura narrativa clásica, con un diseño de montaje acorde al género que adscribe, con manejo de la posición y movimientos de cámara tan conservadores como su estructura, la vedette pasa a ser la estética desde el diseño de arte, la dirección de fotografía, la iluminación, apoyado en las buenas actuaciones.
El actor mejicano, ya instalado en Hollywood, despegándose de a poco del mote de latino, Jonas Bloquet en su primera incursión en un papel de mayor responsabilidad cumple, y la hermana 19 años menor de Vera Famirga, demostrando ser una promesa todo terreno.
En tanto que en la producción general el problema mayor está en el guión, la excusa que instala a nuestros “héroes”, el sacerdote especialista en revelar milagros enviado para desentrañar el misterio de la muerte de la monja, y la novicia con el fin de poder mantener al lugar como sagrado. Ambas servirían como conflictos, sin embargo son dejados de lado, abandonados, por el simple hecho de priorizar acciones que nunca asustan, todas de una previsibilidad espantosa, nunca en sentido de miedo, los sobresaltos sólo están dados por los efectos sonoros.
¿De cómo estos personajes entraron tan rápidamente a suelo Rumano, en tan solo 48 horas, en tiempos de posguerra? Ese es un misterio que el filme tampoco nunca revelará, ni podría.
“La Monja” no está entre lo peor que se ha visto del género en los últimos años, pero tampoco sobresale de la mediocridad general.