James Wan (“The Conjuring”, “Insidious”) es el nuevo Rey Midas del terror. A fuerza de historias sencillas pero con personajes bien definidos y fundados, una construcción del suspense inspirada y una puesta de cámara sumamente original, logró revitalizar un género que venía en decadencia. Sus sagas de “El Conjuro”, “La Noche del Demonio” y “El Juego del Miedo” (recordemos que la primera entrega y la única que vale la pena ver fue dirigida por el propio Wan) han ganado millones de dólares haciendo que se convierta en el nuevo favorito de los estudios hollywoodenses. Es por ello que se comenzó a gestar un Universo Expandido con sus personajes e historias de la saga que reúne a Ed y Lorraine Warren en su lucha contra lo paranormal. Luego de dos entregas de la saga principal y dos spin-off de la muñeca demoniaca “Annabelle”, Warner Bros. decidió ampliar el panorama, armando una entrega en solitario del aterrador personaje de La Monja. Es así como Corin Hardy (“The Hallow”) fue el director encargado de armar el origen de este mítico personaje que causó pavor en los espectadores cuando fue introducido en el film de 2016.
El largometraje cuenta la historia que rodea a una abadía de clausura en Rumanía, donde una joven monja se suicida en circunstancias extrañas. Un sacerdote (Demián Bichir), experto en posesiones demoníacas, y una novicia a punto de tomar sus votos (Taissa Farmiga, hermana de Vera, la actriz que protagoniza “El Conjuro”), son enviados por el Vaticano para investigar. Juntos descubren el profano secreto de la orden. Arriesgando no solo sus propias vidas sino su fe y hasta sus almas, se enfrentan a una fuerza maléfica en forma de monja demoníaca, en una abadía que se convierte en un campo de batalla de horror entre los vivos y los condenados.
El background de la monja era interesante para ser explotado en pantalla grande por lo cual había una expectativa generalizada por el siguiente episodio del universo de “El Conjuro”. Sin embargo, el resultado final no estuvo a la altura de la saga principal y quizás sea momento de rever las cosas antes de causar un agotamiento similar al que fueron produciendo las películas de superhéroes. “La Monja” es un largometraje de terror con un estilo gótico bien marcado que poseía un potencial enorme, el problema fue que en lugar de conservar la línea de las cintas originales se fue volcando a un terreno genérico y plagado de lugares comunes, donde abundan jumpscares sistemáticos, repetitivos y anticipables. No me malinterpreten, “La Monja” está por encima de los productos de terror que venimos recibiendo en cartelera durante los últimos meses, no obstante no parece salido de la factoría Wan que en esta ocasión solo produce y escribe el guion. El problema es que es un relato que no puede salir del cliché y de las situaciones refritadas y prefabricadas. Es un film de fórmula que gustará a los fans más acérrimos de la saga pero que no captará nuevos espectadores o a aquel público ocasional en búsqueda de algo novedoso.
Tanto Bichir como Farmiga nos otorgan actuaciones correctas y personajes que poseen cierto atractivo pero que quizás les falta más desarrollo. El diseño de producción es impecable y en relación al guion, la narrativa es un poco precipitada y atolondrada a la hora de presentar los hechos que terminan de encajar sobre el final donde se va armando el rompecabezas de forma abrupta. Lo que sí resulta interesante es la forma en que el episodio conecta con la saga principal y la puerta que deja abierta a este personaje que quizás merezca un nuevo capítulo pero más original y atractivo.
“La Monja” es un film fallido en varios aspectos pero que no es tan desastroso como la primera entrega de “Annabelle” o las últimas propuestas de terror que venimos recibiendo. Una película para ver por TV un sábado a la noche sin demasiadas pretensiones más que las de pasar un buen rato con amigos.