Hay una chica en mi cuerpo
André Øvredal es un director venido de las tierras nórdicas, un noruego que ganó notoriedad hace unos años gracias a Troll Hunter (2010), una película pequeña pero moderadamente exitosa, que le abrió las puertas para elegir sus próximos proyectos. Es así como su propio interés lo llevó a ponerse detrás de cámara para dirigir su siguiente opus, La Morgue (The Autopsy of Jane Doe, 2016), película que desde su estreno en el Festival de Cine Toronto del año pasado logró un recorrido más que interesante por las salas del mundo.
Tommy y Austin Tilden, interpretados por Brian Cox y Emile Hirsch, son padre e hijo que trabajan codo a codo en el negocio familiar: una morgue. Es cosa de todos los días recibir los cuerpos de aquellos que fueron víctimas de robos, asesinatos, accidentes, etc. Pero sucesos extraños comienzan a ocurrir cuando el cuerpo de una joven no identificada llega a su sala de autopsia. Así como en nuestra jerga local se conoce como “NN” a los cuerpos no identificados, en los países anglosajones se los suele llamar John Doe y Jane Doe, dependiendo de su género. Por supuesto, los hábiles distribuidores de nuestras tierras prefirieron ahorrarse un dolor de cabeza y esta explicación, cuestión reflejada en la elección del título en castellano del film.
Conforme padre e hijo intentan adentrarse en las causas de la muerte de la joven, el film se torna un relato probablemente más fantástico que propiamente de terror. Escena tras escena se descubre una nueva pista sobre el cuerpo y al mismo tiempo se develan secretos traumáticos de la familia Tilden.
Øvredal hace un gran trabajo en los primeros dos tercios de la película, dosificando la información que entrega al espectador y generando un clima de suspenso que se refuerza confinando a los dos personajes principales -tres si contamos al cadáver de la joven- al espacio hermético de la morgue.
Probablemente el mayor atractivo del film sea al mismo tiempo su mayor problema: nuestra Jane Doe, nuestro cadáver. ¿Cómo desarrollar argumentalmente a un personaje que está muerto es una sala de autopsias durante 86 minutos? La película responde esta pregunta en ocasiones con más efectividad que en otras, como sucede en el tercer acto, donde muchas cuestiones se apoyan demasiado en el guión y poco en las acciones, algo que siempre quita frescura a un largometraje.
Gracias a un interesante diseño de arte, responsable de una atmósfera lúgubre que marca con precisión el tono del film, sumado a una idea simple pero que la mayoría del tiempo se prueba efectiva, La Morgue resulta un interesante ejercicio cinematográfico a pesar de no cumplir por completo con todo lo que propone inicialmente.