A veces empieza a correr la data que alguna película que está en internet está buenísima, pero honestamente nunca antes la habías escuchado nombrar. Mala tuya, porque ésta fue incluso premiada en Sitges Film Festival. La semana pasada empezó a sonar fuerte el nombre The Autopsy of Jane Doe (o La Morgue, como fue lanzada en nuestra región) entre varios contactos que no suelen fallar en sus recomendaciones: había que verla.
Tommy (interpretado por Brian Cox, el William Stryker de X-Men 2) y Austin Tiden (Emile Hirsch, el de Into the Wild) son padre e hijo encargados de manejar la morgue de un pequeño pueblo. El trabajo es absolutamente rutinario por dos motivos que quedan clarísimos en las primeras escenas: las muertes del entorno no suelen salirse de un estándar y ellos son realmente una dupla entendida en el tema.
Pero este estado inicial de comodidad se altera cuando el Sheriff Sheldon (Michael McElhatton) trae un cadáver atípico: una joven (Jane Doe, interpretada por Olwen Kelly) que a simple vista no se sabe cómo murió: no tiene moretones, magullones, ni heridas de ningún tipo. A medida que van desmenuzando el cadáver, explicando paso a paso el procedimiento de una autopsia y su documentación, distintos indicios de que algo raro pasa van apareciendo. Cada paso abre más incógnitas y no parece brindar ninguna respuesta.
Esta estructura de la película, que va exhibiendo indicios en los dos primeros actos y los va entrelazando para develar la incógnita en el tercer acto, es su principal fortaleza. Tiene una construcción minuciosa a nivel guión que logra una difícil y efectiva combinación de coherencia y sorpresa, que no cae en la obviedad pero tampoco fuerza a los elementos a encajar. Da la sensación, incluso, que fue escrita desde el final hacia el principio, que se sabía desde la concepción de la historia el punto final y de ahí se fueron desperdigando los diferentes indicios hacia atrás, para construir el desenlace con solidez.
Opera además en estos indicios una resignificación que marca direcciones poco previsibles a simple vista: las cosas no son lo que parecen al principio, entonces cuando se revela su verdadero lugar en el rompecabezas de la identidad de Jane Doe, el resultado es completamente sorpresivo.
Este tratamiento individual de cada pequeño elemento se traslada al descubrimiento principal de la película: la pregunta de quién es y cómo murió Jane Doe se responde replicando a gran escala la resignificación de cada pequeño elemento. Es como un LEGO gigante construido por miles de piezas más pequeñas, lo que hace del guión un relato completamente convincente y sólido.
Maneja además, para apuntalar esta estructura, un buen clima plagado de suspenso que construye a través del ritmo de montaje, la iluminación y sobre todo la banda sonora. Nuevamente, se intuye que sabían cuál era la meta de la película y este objetivo organizó todos los elementos de manera coherente y armónica.
VEREDICTO: 9.0 - IMPERDIBLE
Partiendo de una premisa muy simple, como establecer la causa de la muerte de un cuerpo, con sólo dos actores principales y una única locación, La Morgue demuestra que si hay guión no se necesitan ni estrellas ni explosiones ni CGI desmedido. De hecho, si hay un buen guión el artificio sobra.