Cadáver exquisito
Dos forenses, padre e hijo, hacen una autopsia para averiguar las causas de la muerte de una bella joven.
Antes que nada, hay que advertir que La morgue no es apta para impresionables. El título original es “La autopsia de Jane Doe” porque lo que se muestra a lo largo de la película es básicamente eso: la autopsia de un cadáver. El maquillaje, las prótesis y los órganos del cuerpo humano están lo suficientemente logrados como para sacarnos durante un tiempo las ganas de entrar a una carnicería o mandarnos unas achuras.
He aquí una producción de presupuesto acotado pero aprovechado al máximo. Todo ocurre en la morgue de los Tilden, un negocio familiar que fue pasando de generación en generación y que ahora está en manos de padre e hijo, interpretados por Brian Cox y Emile Hirsch, dos actores casi siempre secundarios pero rendidores. Una noche, el sheriff del pueblo les trae el cuerpo de una joven NN (decir “Jane Doe” es como decir “Juana Pérez”), encontrado en una casa donde se cometieron tres horribles crímenes. El misterio es que este cuarto cuerpo está, a diferencia de los otros, intacto. Padre e hijo se ponen, bisturíes en mano, a tratar de averiguar la causa de su muerte, y en esa casona antigua donde trabajan empiezan a suceder cosas extrañas.
La gran virtud de la película es que, sin ser demasiado original, es más sugerente que explícita: lo sangriento está prácticamente limitado al procedimiento forense (un deleite para los estudiantes de medicina). Una radio que se enciende sola un par de veces en la misma canción, tubos fluorescentes que titilan, puertas que se abren o cierran solas, apariciones de dudosa realidad: recursos remanidos que no dejan de tener su efectividad. Y, siempre, el cadáver inerte dominando la escena.
La cuestión flaquea un poco a la hora de las explicaciones sobre lo que está ocurriendo. También, cuando se intenta tocar una cuerda melodramática en torno a la historia familiar de los Tilden, porque esos sentidos diálogos que quedan fuera de contexto. Pero esto no alcanza a arruinar aquella atmósfera espeluznante tan hábilmente creada, que transmite un mensaje también sutil: algunos padres dan un poco de miedo, y siempre es difícil escapar a su mandato.