El filme realizado por el director noruego, que recalo en Hollywood luego del éxito de su primer opus, se adentra en una historia en la que parece manejar los hilos de la misma, pero es una falacia ya que el producto termina derivando en algo que el texto no necesitaba.
Será por impericia del guionista que debe darle un cierre a una serie de hechos presentados en un determinado género cinematográfico, pero que le resultó más fácil destruir el verosímil construido cambiando de registro.
Será que los productores apuestan a una secuela de la misma, ¿Que si hubiese permanecido en el muy buen suspenso establecido no podría ni ser pensado?
Sea lo que sea “La autopsia de Jane Doe”, tal el titulo en su original ingles, transcurre en un 95 % en el subsuelo de una casa donde funciona la morgue del pueblo. De ahí el título vernáculo.
Un negocio familiar que llave muchos años funcionando en el que Tommy Tilden (Brian Cox) es el médico forense, y Austin (Emile Hirsch), su hijo estudiante de medicina calificado, su ayudante.
Lo cual y a partir de que la realización no decae en su interés sino hasta el tercer tercio del mismo, es que en principio se puede denominar como un filme de cámara, posición de las mismas, encuadre, movimientos y el montaje de todo esto.
Desde otra variable se debe a la muy buena puesta en escena, el diseño de arte, la iluminación, la dirección de fotografía, el sonido incluyendo la banda musical.
Pero quienes realmente sobresalen por sus performances actorales en esos minutos de bondad son el reconocido actor británico, y el joven oriundo de California.
Esta coproducción yankee/británica fue filmada en su totalidad en locaciones inglesas, campiña, ciudad y estudio. La misma abre con el triple asesinato de una familia, que rápidamente se transforma en cuádruple, sólo que la última victima descubierta no es familiar, no tiene identificación, ni causa de muerte explicita. Llevada a la morgue de la familia Tilden, la nominan como Jane Doe, algo así como María Pérez o un N.N. específicamente.
La medicina forense trata de establecer causas de muerte de los sujetos, pero también es posible establecer quienes fueron en vida.
En cuanto empiezan con la autopsia van descubriendo situaciones inusuales en el cuerpo de la desconocida, el trato que Tommy le propicia al cuerpo demuestra respeto por quien fuera en vida y su profesionalismo.
El arte en la escena establece que sin despegarse de lo tradicional, el padre acepta las nuevas vertientes, por un lado se escucha música de un radiograbador de al menos 35 años de antigüedad, por otro una cámara de video registra todos las acciones de los protagonistas, mientras el hijo fotografía el cuerpo con una cámara instantánea de última generación.
A medida que van avanzando en el proceso, interrogantes, dudas, misterios se van estableciendo en la dupla profesional. El descubrimiento de las torturas a la que fue sometida la joven va haciendo mella en ambos, roturas de tobillos y muñecas, lengua cercenada y un hilo con una bolsa de arpillera atada que le obligaron a tragar a la pobre joven. En ella una inscripción.
Con un muy buen trabajo de dirección, va estableciendo el fuera de campo como elemento perturbador, digamos que sobre llovido mojado. Una tormenta arrecia afuera, de tintes eléctricos que produce cambios lumínicos y sonoros en sala luctuosa.
Hasta ahí todo de muy buena factura y desarrollo, encerrando la posibilidad de alteraciones de la percepción por parte de los protagonistas, incluso la subtrama romántica que, con algún toque de humor negro, queda bien establecida.
Tales son las bondades de la cinta, luego y a partir de la incidencia de la muerta como alterándolo, todo desbarranca irremediablemente en un filme de terror del montón, muy mal delineado, injustificado desde la acción de los personajes, dos hombres de ciencia que sin nada que medie se someten a ideas fantásticas, primitivas, pensamiento mágico, mientras el ambiente se trastoca, se modifica, vaya unos a saber las razones.
En este tramo final desaparece por completo el suspenso, todo se vuelve ridículo, lo mismo sucede en todos los elementos que constituyen un texto fílmico, incluidas las actuaciones que se transforman en patéticas.
Una verdadera lástima, no aburre pero termina decepcionando.