EL MORTO QUI PARLA
Un cadáver, una autopsia y un montón de hechos sobrenaturales que nos ponen los pelos de punta.
El noruego André Øvredal –responsable de “Trollhunter” (Trolljegeren, 2010), no confundir con la serie animada de Netflix- renueva nuestra esperanza en el género de terror con esta historia de misterio, poco aconsejable para ver solito.
“La Morgue” (The Autopsy of Jane Doe, 2016) juega con la tensión (y nuestros nervios) y un escenario casi claustrofóbico donde el forense Tommy Tilden (Brian Cox) y su hijo y ayudante Austin (Emile Hirsch) deben descubrir las causas de la muerte de una joven NN (Olwen Catherine Kelly ), cuyo cuerpo, a simple vista, no da ningún indicio aparente.
Estamos en un pueblito de Virginia donde la policía encuentra el cadáver de la chica semi enterrado en el sótano de la vivienda de un matrimonio que acaba de morir de forma violenta y misteriosa. El sheriff necesita averiguar qué pasó con esta chica y le consigna la tarea a los Tilden, dueños de una casa funeraria que también realizan este tipo de trabajos de C.S.I. para la policía.
Tommy acepta el trabajo a último momento, y con la ayuda de su hijo -muchachito que está buscando la forma de decirle a su padre que quiere abandonar el oficio y rumbear para otro lado- se disponen a realizar la autopsia del cuerpo de Jane Doe. A medida que avanzan y cortan carne y huesos, comienzan a sucederse una serie de hechos sobrenaturales que parecen no tener cabida en la mente de estos dos científicos; pero mientras transcurren las horas, la cosa se va poniendo más complicada y ya no pueden ignorar lo que ven sus ojos. Así, para entender lo que está sucediendo, deberán seguir hasta el final y descubrir quien es en realidad esta chica y las causas de su muerte.
Øvredal nos encierra (y a sus protagonistas) literalmente en el sótano de la casa de los Tilden, un lugar enorme que funciona como laboratorio, oficina, funeraria y lugar donde se almacenan otros cadáveres que han muerto en circunstancias bastante desagradables. Lo fascinante de esta historia, y su narración, es que todo gira en torno a Jane Doe que, en ningún momento, abandona la mesa de disección. Pero no se dejen engañar ya que la chica es la “culpable”, al menos de jugar con las mentes de todos los que se atraviesan por su camino. ¿Por qué? Ese es el gran misterio de la película y una idea bastante interesante.
“La Morgue” tiene todo a su favor: un gran argumento, buenas actuaciones –incluyendo a la muertita que no mueve ni un pelo a lo largo de noventa minutos e igual se las ingenia para ponernos nerviosos al extremo-, evita los lugares comunes, y un clima terrorífico que mezcla lo sobrenatural con lo forense de forma magistral. Sí, la historia se pone explícita cuando se trata de mostrar una autopsia, pero el gore queda contenido por el lado más científico, al menos que sean muy, pero muy impresionables.
Al final, tropieza un poco con la “fundamentación” sobrenatural, pero este detalle no le quita intensidad a una historia que se sostiene perfectamente con muy pocos elementos. La psicología de los personajes, sus pequeños traumas y culpas personales juegan a favor de la trama en la medida justa, sin dramatizar ni obstaculizar los sustos que no son pocos, ni facilistas.
“La Morgue” es un gran exponente del género que hace mucho con muy poco, combina ciencia, hechos macabros de la historia y “fantasmas” sin problema, además de ese pequeño detalle de ponernos los pelos de punta de principio a fin por culpa de esta muertita que ni siquiera parpadea. Miedito.