El país que no miramos
Ocho años después de su promisoria opera prima Taxi, un encuentro, Gabriela David propone una durísima película sobre el tráfico de mujeres que son forzadas a prostituirse; es decir, lo más parecido que existe en la actualidad a la esclavitud.
Nancy (María Laura Cáccamo) y Pato (Paloma Contreras), dos jóvenes amigas ("casi hermanas", se definen) llegan a Buenos Aires desde un pueblo rural del Noroeste engañadas por una organización mafiosa, que les promete un trabajo bien remunerado como empleadas domésticas. Tras la fascinación inicial por la gran ciudad, descubren que el sueño se ha convertido en la peor de las pesadillas. A los golpes, son desprovistas de sus documentos, de sus pertenencias, de su nombre real y, claro, de su libertad. Reducidas a la servidumbre y a la explotación sexual, viven con poca alimentación en habitaciones con mínima ventilación.
Nancy no ha terminado el secundario, pero tiene conciencia de la realidad y se resiste como puede a las condiciones que le imponen. Las respuestas a su rebeldía son crecientes castigos. Pato, en cambio, ni siquiera ha concluido la primaria. Es analfabeta, inocente y un poco tonta. No tarda en adaptarse a las nuevas condiciones de vida y hasta se interesa por uno de sus clientes, un mozo de un bar cercano interpretado por un aquí desdentado Luis Machín.
Así, entre humillaciones, perversiones, sentimientos de culpa y una autoestima en picada por "habernos tragado el cuentito", a las chicas del prostíbulo sólo les queda la posibilidad de fugarse para terminar con semejante martirio.
El derrotero de las protagonistas es bastante obvio, subrayado y previsible, pero no por eso la denuncia (el principal sostén del proyecto) es menos arriesgada y encomiable. Con el aporte de las dos actrices principales y la colaboración de intérpretes de renombre (Machín, Luciano Castro, Cecilia Rosetto), David muestra en toda su crudeza y dimensión humana este flagelo. Es de agradecer su utilización del fuera de campo, de cierto recato a la hora de exponer lo que de todas maneras queda claro que sucede.
Es cierto que se trata de un film didáctico, pedagógico y, por eso, más valioso como testimonio concientizador que como obra artística. Pero, en el terreno en el que está planteado, no deja de ser una película valiosa y necesaria.