La condición humana latente en una historia lamentablemente cotidiana
Narra la historia de dos amigas que, provenientes del interior del país, llegan a Buenos Aires buscando cosas diferentes, una, Pato (Paloma Contreras), mejor futuro, la otra, Nancy (Maria Laura Caccamo), sostener la amistad entre ambas. Hay unos pequeños detalles para aclarar antes de continuar.
Nancy es la mayor, con cinco años de diferencia, además de ser una joven ingenua, demasiado inocente, presenta un pequeño retraso en los niveles de inteligencia, se podría decir que es una border leve, pero todo afecto, como sucede muchas veces en estos casos.
Pato es confiada, pequeña sutileza en la construcción del personaje, pues no es exactamente ingenua, quiere dejar atrás una vida de privaciones, pero lo quiere realizar desde el sacrificio que implica vivir en tierras extrañas, trabajar de mucama, pero poniendo como condición la posibilidad de estudiar.
Cuando llegan a la gran ciudad, pintada con pequeños trazos por la realizadora como una gran fauces que se fagocita a las personas, lo hacen a una casa común y corriente en apariencia, pero son engañadas y obligadas a prostituirse.
Si bien sólo observando a nuestro alrededor, y sin investigar demasiado, estas cosas suceden a diario en el país, empero fue el disparador de esta producción, una noticia que tuvo gran repercusión en la sociedad porteña.
No parece, si bien funciona como tal, un texto de denuncia. Al primer contacto con el relato es más una historia de dos amigas en situación desesperada, donde sólo se tienen a ellas mismas, que la intención de denunciar la trata de personas.
Por otro lado, es una realización que versa sobre la condición humana, el poder que se ejerce sobre los más débiles. También es un retrato del narcisismo primario en que se mueve la sociedad actual, algo así como lo peor del “Self Made Man” yankee, ajironado al Río de la Plata, temas como la indiferencia, el mirar para otro lado, el no te metas.
Con respecto a los rubros técnicos y no tanto, Gabriela David confirma con su segundo largometraje que es poseedora de una sensibilidad extrema en la creación de climas, como así también en la construcción de personajes, aspectos que tienen muchos puntos de contacto con su primer film (Taxi, un encuentro”, 2001), si bien el anterior era más intimista.
La puesta en escena, el manejo de la cámara y la elección de cada plano, así como el diseño de sonido, inclusive el montaje, están pensados para narrar más desde el fuera de campo, de lo que no se ve, pero se insinúa, se entrevé, y eso también le da cierto rasgo de misterio.
En cuanto la dirección de arte se nota el deseo que funcione como tal, que pase desapercibido, diga cosas, destacándose el trabajo con la luz y el color, según donde los personajes estén desarrollando las acciones. Específicamente se podría decir que la fotografía tiene tintes expresionistas en el interior del prostíbulo, que es donde transcurre las escenas más dramáticas, con colores pasteles saturados pero cálidos, en cambio los exteriores de la ciudad se los muestra fríos.
En el rubro de actuaciones deberíamos decir que todo el peso recae sobre las protagonistas absolutas, pero teniendo más peso Nancy, personaje cantante pues es quien lleva adelante la mayor parte de las acciones. El elenco se completa con Luís Machín, en un personaje que bien podría no existir, pero que su presencia le da carnadura, junto a Cecilia Rossetto, componiendo una madama increíble, y Luciano Cáseres como un cafiolo moderno y convincente.
Por último, me quiero referir al título, “La mosca en la ceniza” alude a un truco popular de campo –que intenta llevar a la práctica insistentemente por una de las protagonistas-, que en este caso funciona de maravilla como una gran metáfora. Sólo les sugiero que se les develará el misterio cuando vean la realización de Gabriela David.