Ciudad de pobres corazones
La directora Gabriela David vuelve al cine después de casi diez años de ausencia con una historia esperanzadora en medio de la tragedia. Un cine de personajes simples que a pesar de sus limitaciones intentarán salvarse en medio de una jungla depredadora.
Nancy (María Laura Cáccamo) y Pato (Paloma Contreras) son dos amigas que viajan a Buenos Aires desde el noroeste argentino atraídas por una oferta laboral. Al llegar a la ciudad son encerradas en un prostíbulo junto a otras chicas que sufrieron el mismo engaño, y que ahora son tratadas como esclavas sexuales. El lugar dónde las tienen está ubicado en pleno Barrio Norte de la ciudad, un ámbito frecuentado por hombres a los que no les importan las condiciones de esas mujeres. En medio de tanta desazón Nancy y Pato buscaran la forma de escapar de ese infierno.
La mosca en la ceniza hace referencia una tradición que sostiene que si una mosca ahogada es tapada por cenizas revivirá. Metáfora que envuelve a los personajes del film. Dos vidas muertas que resurgirán gracias a su amistad y a las ganas de salirse de la miseria que les tocó en suerte.
Más allá del tema central de la trata de personas, el film focaliza la trama en los vínculos y como los mismos serán el motor de la existencia. Relaciones vinculares que atraviesan diferentes estados que van desde la perversidad a la incondicionalidad. Todos los personajes fortalecerán sus vínculos en otro ser, pudiendo ser desde un cliente como el caso Nancy-José (el mozo del bar de enfrente que frecuenta el lugar), pasando por la “extraña pareja” que conforman Susana-Oscar (regentes del lugar) y la relación que se va dando con las chicas presas entre sí. Lazos ficticios o verdaderos que ayudaran a cada uno de los involucrados a sobrevivir en ese mundo de tan sólo algunos metros cuadrados.
En esta especie de prisión, que será el habitad de todos los personajes –ya sean captores o prisioneros- era necesario crear un ambiente claustrofóbico en dónde el espectador también se sintiera encarcelado. Gabriela David lo logra a través de una puesta en escena cerrada, mediante la utilización de planos cortos y casi sin la utilización de exteriores. El mundo exterior casi siempre es visto desde una ventana dando la sensación de que el afuera también vive su propio aislamiento. Nadie oye, nadie ve, nadie sabe nada de lo que pasa a su alrededor.
La realizadora ya había demostrado en su ópera prima (Taxi, un encuentro, 2001) su maestría a la hora de la creación de diferentes climas en la trama y estados en sus personajes. Sensación que revalida en La mosca en la ceniza (2009) tratando un tema arduo y complejo sin apelar al cliché ni al golpe bajo, sino todo lo contrario. El drama será intercalado con el humor en la inocencia de Nancy, mientras que la tragedia se cruzará con la mirada esperanzadora de Pato.
En un mundo de personajes egocéntricos que no ven ni escuchan lo que pasa a su alrededor, llega un film sutil que nos sumergerá en la realidad de lo que puede estar pasando a la vuelta de cualquier esquina. Una película movilizadora que vale la pena ver.