Un crimen, un enigma, y un pueblo lleno de sucesos extraños. La muerte de Marga Maier es una verdadera sorpresa refrescante dentro de la cartelera de estrenos locales. Camila Toker tiene una extensa carrera como actriz emergente de la camada del Nuevo Cine Argentino.
Pero siempre será recordada como parte de aquel trio de directores, junto a Santiago Giralt y Tamae Garateguy, que nos regaló la magia burlona de ¡UPA! Una Película Argentina. La muerte de Marga Maier es su cuarta película, y en ella, pese a un enfoque a primera vista más “serio”, podemos encontrar mucho de lo que pareciera ser un sello.
Sin lugar a dudas estamos frente a un film muy original. La historia comienza de modo potente, un helicóptero recorre una zona limítrofe entre Brasil y Argentina, una charla incómoda entre tres, una muerte sin más. La Marga Maier del título efectivamente está muerta; pero no es aquella muerte que se nos mostró en el inicio. Su cuerpo es hallado arrojado al río y tiene una herida mortal de arma blanca.
Mientras la policía investiga, al pueblo llega Julia (Pilar Gamboa), heredera de los Victorica, que busca a Marga sin saber de su deceso. La idea es vender la finca que fue utilizada como vivienda familiar a un forastero, Ricardo (Ivo Müller); aunque todo quedará trunco cuando se enteren de los hechos recientes.
Esta introducción servirá para que el guion co-escrito entre Toker y Anne Sophie Vignolles nos presente a una gama de personajes que rodean ese Punta Indio cargado de misterio. El Comisario (Alberto Suarez) y el Oficial Mendez (Sergio Boris) serán los encargados de investigar, y cada vez el caso se enrarece más.
Ahí están entre otros Don Alejandro (Luís Machín), un hombre poderoso encargado de las ventas de las fincas; las cantineras Felicia y Nelly (Mirta Busnelli y Ana Pauls); y Jorge (William Prociuk), el sobrino de Marga que actualmente vivía en esa casa, con un pasado en común con Julia. No conviene adelantar mucho de lo que puede suceder, solamente lo que ya se sabe de antemano, la codicia maldita alrededor de un diamante conocido como Cruz del Sur, que sobrevoló toda la tragedia Victorica tendrá mucho que ver.
Hay un misterio a resolver, sin embargo, no estamos frente a una tradicional película en este estilo. La muerte de Marga Maier posee un clima juguetón, lúdico, que más de una vez incomoda, y que siempre resulta sumamente atractivo. Hay ahí algunos apuntes que nos harán recordar para bien a la mítica Twin Peaks, con esos habitantes que guardaban más de un misterio.
También un acercamiento más lindante al segundo film de Toker, Ramanegra que al díptico ¡UPA! Más allá de estas referencias y similitudes, La Muerte de Marga Maier resulta una completa evolución en la filmografía de Camila Toker. Se nota una madurez narrativa, ciertas inquietudes en la búsqueda de imágenes, y un armado de esquema actoral bien delineado.
La cámara se encuentra en permanente movimiento, buscando encuadres, profundizando en los detalles, indicándole al espectador qué debe observar. Hay determinados momentos como la llegada de Julia, el interrogatorio a las dueñas del bar, o la fiesta cuasi pagana, que quedan grabadas en la retina sin necesidad de profundizar en diálogos redundantes.
La historia atrapa, y aunque su resolución pueda ser adivinada, no resta que durante su desarrollo jamás pierda su enfoque. No estamos solo frente al misterio de una muerte (y la relación con lo que vimos al principio), estamos frente al misterio de los habitantes de un pueblo.
El conjunto actoral logra momentos sobresalientes. Los talentos de Machín, Busnelli, Boris, Suarez, y Walter Jakob (el forense) son probados y no fallan. William Prociuk sorprende con un personaje de varias capas siempre convincente. Pero quien se roba la escena es esa actriz en constante crecimiento que es Pilar Gamboa. Julia es un personaje diferente a todo lo que le vimos hacer a la actriz de El Incendio.
Algo de femme fatale, algo de heroína, algo de detective, de fragilidad y de ambición. Julia es un personaje al que cuesta sacarle la ficha, y Pilar Gamboa la interpreta con convicción, con gestos medidos pero marcados, con la postura corporal erguida.
La muerte de Marga Maier se permite sorprender hasta con una banda sonora que irrumpe con una guitarra como un personaje más (algo similar a lo que recordamos en Loco por Mary). Juega con la estética, se mueve, y sin embargo nunca pierde su sobriedad y elegancia de recursos cuidados. Lo mejor que puede decirse de una película así es que no estamos frente a una más; que es un viaje que bien vale la pena emprender.