Julia Guitar
La Muerte de Marga Maier (2017) es la tercera película de Camila Toker en el rol de directora luego de la saga de UPA! Una Película Argentina (2007) y UPA! 2 (2015), codirigidas junto a Tamae Garateguy y Santiago Giralt. En aquellas producciones Toker ha demostrado ser capaz de manejar un gran sentido del humor y mucha ironía; en esta nueva película parece investigar un nuevo registro ligado al suspenso y la creación de climas de tensión que hacen su mayor aparición en el uso de los planos secuencia que dialogan con una sórdida banda sonora.
El comienzo del relato propone una lectura que de ahí en mas será marcada por lo siniestro y la venganza de la mujer a la que han callado, perpetuada en el personaje de Julia. El exterior y el interior se tensionan al máximo en el momento en que un disparo anula la calma del verano eterno brasilero. Cual película hitchcockiana, además de una “mancha” también hay un objeto que funciona como atrezzo especial: un tal diamante llamado Cruz del Sur. Una joya que es a la vez causa y efecto de muerte, y símbolo de una maldición trágica, en su sentido literal de tragedia, ya que afecta a una familia por generaciones. Al estilo de tragedia griega, se puede pensar que hay un coro representado en uno de los pueblerinos que, como una epifanía, hace sus apariciones tocando una guitarra de caja con sonoridad country y balbuceando notas a lo Bob Dylan. Tampoco falta el oráculo en la hija de la cantinera local que posee un fetiche al estilo de la mujer del tronco de Twin Peaks, ni el tonto del pueblo que, en el tópico del mundo del revés donde el pueblo es chico pero el infierno es grande y la policía es inepta, el fool no es tan tonto como parece.
Más allá de esto, se puede decir que el film se inscribe en el género del thriller o suspenso y, por qué no con pinceladas de western feminista a lo Johnny Guitar (1954), de Nicholas Ray, en el que, para romper convenciones, la mujer es de armas tomar. Como toda película de género, su interpretación e identificación dependen de las expectativas que el espectador fue construyendo en cuanto a la historia del género y su experiencia con el mismo. En este sentido, hay una posición espectatorial que el género exige a su público para entrar en su código, y en este caso, La Muerte de Marga Maier exige total atención a las marcas de enunciación que son las que le dan al espectador las verdaderas pistas para resolver el crimen. Las respuestas -o mejor dicho, las preguntas- están en el relato y no en la narración. El espectador puede unir la secuencia del disparo inicial con la entrada imponente del personaje de Julia a Punta Indio, de anteojos de sol, manejando y fumando con la música a todo volumen, y así la ultima secuencia cobra más dramatismo y se transforma en el apogeo final de caminata triunfante y al mismo tiempo sonámbula de una mujer que cierra el relato maldito.
Altman sostenía que la existencia de los géneros alimenta el bienestar del espectador, ya que éste sabe de antemano que todo se arreglará al final o no, dependiendo de las convenciones de cada género. La Muerte de Marga Maier es una película interesante, ya que le entrega al espectador un culpable y un relato posible, pero también lo deja con sórdidas imágenes que ponen en tensión esa posible resolución.