Un veterinario atiende en el quirófano de su clínica al tierno Cookie pero algo sale mal y el perro muere; el profesional, entonces, asegura que fue un ataque de epilepsia, algo imposible de prever. El veterinario, de inmediato, se ocupa de llevarlo a cremar a un sitio cercano a un cementerio de mascotas con el que trabaja habitualmente. Sin embargo, la dueña de Cookie no queda muy conforme con la explicación, y mucho menos con la cremación, al punto de que el veterinario empieza a recibir todo tipo de agresiones, tanto en la puerta de su clínica como en las redes sociales.
Poco a poco, la paranoia y una serie de hechos inconexos terminan con él y su esposa enfrentados ya no al cadáver de un animal, sino de una persona. “La muerte de un perro”, dirigida por Matías Ganz, es una combinación de comedia negra, thriller y sátira social, con elementos interesantes y originales, aunque también un par de cosas en contra. Por ejemplo, la lentitud narrativa, y el montaje casi estático que suelen atentar contra el sólido guión. Las actuaciones son verosímiles, pero nunca tan carismáticas como los de algunos intérpretes perrunos que aparecen en este curioso film.