Un repaso por la historia reciente No caben dudas de que la vida de Rodolfo Ortega Peña tuvo los condimentos necesarios para dedicarle una película: nacido en el seno de una familia acomodada, abogado, activo defensor de presos políticos, filósofo y agudo polemista, tuvo un derrotero que de algún modo sintetiza las convulsiones que vivió la Argentina en el siglo pasado. Fue primero antiperonista -una condición heredada-, pero terminó convirtiéndose en diputado por el justicialismo y también en la primera víctima oficial de la Triple A. Construido en base a valioso material de archivo y a testimonios de compañeros de militancia, este documental rescata con sobriedad la apasionante historia de un personaje excepcional.
La muerte no duele, de Tomás De Leone Por Gustavo Castagna Fue una crónica de una muerte anunciada” refiere un testimonio del documental de De Leone en relación a los días contados que tenía Rodolfo Ortega Peña antes de ser asesinado por la Triple A. Y por más que se trate de una frase fagocitada y utilizada hasta el hartazgo, esas palabras encajan perfectamente en la figura del personaje, un tipo que iba de frente, abriendo frentes de batallas dialécticos en varios lugares a la vez, compenetrado en su labor de abogado, comprometido con su época y con aquella coyuntura primaveral y violenta de fines de los sesenta y parte de la década siguiente hasta su muerte. La muerte no duele estimula el recuerdo a través de un material histórico valioso y poco conocido junto a testimonios que construyen un rompecabezas llamado Ortega Peña desde sus opiniones, palabras a periodistas y labor como diputado. En ese punto, los materiales refieren a sus orígenes, su crianza en un entorno familiar antiperonista, su particular apodo (“Belinda” en alusión a la chica muda que encarna Jane Wyman en el film homónimo), su amistad pública y personal con Eduardo Luis Duhalde, su trabajo como abogado de Vandor, cuestión que le trajo más de un dolor de cabeza. La mezcla de testimonios (los justos y necesarios, sin excesos numéricos) y la construcción de un relato con un final conocido y previsible, pero que en su desarrollo adquiere un importante crescendo dramático, ejemplifican las pretensiones del trabajo del realizador de Leone. Pretensiones que llegan a su punto máximo en los quince, veinte minutos últimos del documental. Allí se prevé el fin de una historia de vida y el comienzo de una historia de terror. El terror de la Triple A, la figura de Perón (siempre discutible en este punto), el horror en la esquina, los ajustes de cuentas, los grupos de tareas en los autos Falcon y la revista El caudillo como emblema. Pero esa es la otra historia que Rodolfo Ortega Peña jamás podrá conocer debido al accionar de aquel terrorismo de estado. LA MUERTE NO DUELE La muerte no duele. Argentina, 2016. Dirección y guión: Tomás De Leone. Producción: Maia Menta y Diana Orduna. Fotografía y cámara: Ignacio Suárez Rubio y Eric Elizondo. Montaje: Tomás de Leone. Música. Ignacio Suárez Rubio. Voz en off: Agostina Bramanti. Duración: 83 minutos
El defensor de los presos políticos. El 31 de julio de 1974, un mes después de la muerte de Perón, Rodolfo Ortega Peña salió del edificio del Congreso, donde tenía un monobloque como diputado, y se encontró con su esposa, Elena Villagra, para ir a cenar. Después de la cena tomaron un taxi, pararon en la esquina de Arenales y Carlos Pellegrini y de repente vieron como un flashazo que los encegueció. “¿Qué pasa, flaca?”, preguntó Ortega Peña. Era una ráfaga de ametralladora, que terminó con la vida de uno de los más notorios intelectuales de la izquierda peronista y defensor de presos políticos, dejando herida a su esposa. Fue el primer asesinato de los mil que la Triple A se atribuyó oficialmente. Aunque parecía mayor, Ortega Peña tenía sólo 39 años. Al día siguiente, la Policía Federal, conducida por el comisario Villar –uno de los jefes de la Triple A– puso presos a todos los asistentes al entierro, cargó con la policía montada entre las tumbas e intentó secuestrar el féretro, defendido por legisladores. “La muerte no duele”, les dijo Ortega Peña, militante del Peronismo de Base y fundador, junto a Eduardo Luis Duhalde, de la revista Militancia Peronista, a los amigos que le aconsejaron “guardarse”, poco antes del crimen. Ortega Peña aparecía en una de las listas de la AAA. La frase, sin duda bella, puede tomarse como una muestra de coraje, inconsciencia, falta de cuidado por los suyos (Ortega Peña tenía dos hijos, que aparecen en el documental) o esa clase de indiferencia sobreactuada en sordina, tan propia del hombre de campo. Ortega Peña no era hombre de campo. Era hijo de un abogado español y un ama de casa, que lo mandaron a estudiar a la Escuela Argentina Modelo. Eran tiempos del primer peronismo, y el joven Rodolfo era tan gorila como el resto de sus compañeros. Pero tenía unas antenas que el resto no: el mismísimo 16-9-55, en medio de los festejos, advirtió que, así como la clase media y alta festejaban, los pobres estaban desolados. Se recibió de abogado a la asombrosa edad de 20 años, al mismo tiempo que cursaba Filosofía. Luego estudió Económicas. Poco tiempo más tarde entraba en contacto con los combatientes de la mítica Resistencia Peronista y sobre todo con una luminaria secreta llamada César Marcos, que daba clases informales de Historia en un departamento de la calle Azcuénaga. En ese departamento, Ortega Peña se cruzó con John William Cooke y Mario Eduardo Firmenich, entre otros. Dato que mucho no se conoce, en los ‘60 fueron, junto a Eduardo Duhalde, asesores del “Lobo” Vandor y autores de un libro publicado por la UOM, sobre la desaparición del militante de ese gremio Felipe Vallese, según se cree un modo de exculparse por parte de Vandor. Rodolfo Walsh los fulminó por escrito. En la década siguiente, en plena actividad, según confía su exsecretaria, Ortega Peña andaba con los puños de la camisa raídos, sin plata para zapatos. El realizador Tomás De Leone combina técnicas documentales con otras ficcionales, recurriendo en algunos casos a actores que representan algunas breves partes mudas, y evita abusar de “cabezas parlantes”, aunque en ocasiones las utiliza. La investigación es rigurosa y la utilización de la música, excesiva, con una recurrencia a Bach que no suena muy justificada, teniendo en cuenta que de lo que se habla no es de la placidez de los salones precisamente.
Rodolfo Ortega Peña fue la primera víctima de la Triple A, asesinado en pleno centro porteño en julio de l974. Una organización que mato a no menos de l000 personas. En el trabajo de Tomás de Leone se reconstruye con testigos, filmaciones, fotos, la vida de Ortega Peña y su trayectoria dentro de la abogacía y la política. Sus orígenes aristocráticos, su ideología antiperonista, sus estudios de abogacía donde fue un alumno brillante y precoz, su amistad de toda la vida con Eduardo Luis Duhalde. Su conversión al peronismo, su trabajo junto a Timoteo Vandor, que fue criticado por Rodolfo Walsh con respecto al caso de Felipe Vallese. Su corte con el dirigente sindical, su radicalización. Reconstruir su vida es también reconstruir toda una época donde se palpitaba la llegada de los años de plomo. Su asesinato la puerta abierta a un infierno de muerte desde el poder.
Entre la ley y las armas Rodolfo Ortega Peña, diputado por el peronismo -pero crítico por ese entonces del propio fundador Juan Domingo Perón tras su regreso del exilio- fue asesinado el 31 de julio de 1974 por la Triple A y en su muerte de alguna manera quedó establecida la ruptura total de los códigos que llevaron a una escalada de violencia, tendal de muertos y terror más allá de los límites de tolerancia cívica, que en este documental de Tomás de Leone se recuerdan desde el testimonio de allegados y amigos del escritor, abogado, militante e intelectual, a quien se le acuñaba la frase que da título a la obra La Muerte No Duele cuando era advertido por sus pares sobre la posibilidad de que lo asesinaran. Lo interesante de la investigación llevada a cabo por Tomás de Leone reside no sólo en el retrato de múltiples facetas e hitos históricos protagonizados por Ortega Peña junto al abogado Eduardo Luis Duhalde, en su carácter de defensores de presos políticos y presentadores de habeas corpus en plena época de dictadura, sino la coincidencia por parte de cada entrevistado en rescatar la humanidad de Ortega Peña y su irrenunciable compromiso con causas sociales, bajo la convicción política que lo llevó a la Cámara de diputados por elección popular. Sin embargo, a esa tarea difícil y de enorme riesgo de vida la atravesaba una época de convulsión y violencia política para la que Ortega Peña puso el pecho y hasta su vida siempre bajo la consigna “la sangre derramada no será negociada”, así también juró como diputado y se enfrentó a los propios compañeros de su bloque, aislado en el recinto. Desde sus origenes antiperonistas pasando por su adhesión al partido justicialista y una extensa trayectoria política aunque lo mataron a los 38 años, este documental logra desde su propio concepto mantener la memoria, reflejar la contradicciones, sin bajadas de línea elocuentes y con el respeto que merecen los hombres que luchan por sus ideales.
EL PRINCIPIO DEL HORROR La Alianza Anticomunista Argentina (AAA) fue una asociación paramilitar que tenía por objetivo eliminar cualquier amenaza ligada a la política de izquierda, de gran proliferación a comienzos de la década de 1970. La AAA estaba compuesta por agentes policiales, un sector de la derecha del peronismo, militares, entre otros agentes del Estado, todos liderados por la nefasta figura de López Rega. En relación con su alter ego, Los Montoneros, quienes se adjudicaron como acto bautismal el secuestro y asesinato de Aramburu, la AAA tiene como acto de iniciación el asesinato del líder montonero, abogado sindicalista y diputado nacional Rodolfo Ortega Peña en 1974. De esta figura y su crónica de una muerte anunciada, trata La muerte no duele, primer documental de Tomás de Leone, director galardonado en 2016 por su largometraje El aprendiz. La flamante película se encuentra basada en el libro La ley y las armas. Biografía de Rodolfo Ortega Peña, de los periodistas Felipe Celesia y Pablo Waisberg. Esta vez, de Leone nos trae a la memoria colectiva la figura de Ortega Peña, quien es reconstruido mediante el relato de sus ayudantes y compañeros en su actividad política, profesional y militante. En estas voces principales, donde se encuentran los recuerdos de su secretaria y de compañeros de militancia, también cuenta con las voces de autoridad de varios historiadores expertos en el tema. En sus crónicas y memorias se mezclan la melancolía, la nostalgia, el orgullo y la admiración a esta figura central en la política a comienzos de la década de 1970 en la Argentina. A través de este relato colectivo, se reconstruye el “detrás de escena” de este personaje, que supo acaparar medios gráficos de prensa, así como también propaganda televisiva, ya que se nos permite a los espectadores conocer cómo se fue gestando y desarrollando su actividad militante, artística -a través de la escritura-, y su evolución como abogado activista en la defensa de sindicalistas, presos políticos y estudiantes, en un clima caldeado que veía venir una política represiva para con las agrupaciones más progresistas. Es interesante cómo el documental no solo devuelve a la vida a esta figura política que marcó el inicio del fin, inaugurando una de las etapas más sangrientas de la historia argentina, sino que también permite traer en el recuerdo de muchos y/o construir en la mente de otros, el clima de violencia instaurada de aquellos años, donde las desapariciones, las muertes, los secuestros y las torturas eran temas habituales en los medios de comunicación, quienes los trataban con una crudeza y una postura explicita, que es chocante de ver hoy en día (por ejemplo, el documental trae a colación el asesinato del Padre Mujica y la Masacre de Trelew, además de una breve síntesis de cómo fue narrada y mostrada gráficamente la muerte del propio Ortega Peña). El documental inicialmente fue proyectado durante el ciclo “Memorias en el cine latinoamericano actual” que organizaron las Abuelas de Plaza de Mayo, durante agosto del 2016. En septiembre de ese mismo año, participó en el Festival Internacional de Cine Político que se llevó a cabo en la Ciudad de Buenos Aires y recientemente le tocó el turno de circular a nivel comercial y nacional en las salas de cine. La muerte no duele es aporte a la memoria activa y colectiva de un país con heridas abiertas de un pasado sin justicia y donde el cine argentino, y en gran parte el cine documental contemporáneo del mismo, tiene una tarea simple, constante y realmente válida: mantener vivo el recuerdo para que la historia no se vuelva a repetir.
Patria y muerte Tomás de Leone es un caso atípico entre los directores argentinos. En un mismo año sacó dos películas que difieren en género y temática pero que se asemejan estéticamente en la búsqueda de un cine en el que forma y contenido se complementan. A finales de 2016 Tomás de Leone se presentó en el 31 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata con El aprendíz (2016), una interesante ficción que se impuso en la Competencia Argentina y que le dio a Nahuel Viale el premio revelación, pero casi al unísono filmó el documental La muerte no duele (2016) sobre el escritor, abogado y diputado Rodolfo Ortega Peña, asesinado por la derecha peronista. Ambas películas a priori no tienen mucho que ver entre sí, pero lo cierto es que hay una apuesta muy fuerte a lo visual sin por eso descuidar lo que se cuenta. La muerte no duele es mucho más que un film biográfico (que por cierto lo es). Se lo podría considerar como un retrato íntimo y público de la vida y obra de Ortega Peña, que como sostiene el propio realizador son imposibles discernirlas. Proveniente de una familia de alta alcurnia, Ortega Peña pasó del antiperonismo al peronismo militante, defendió presos políticos y fue diputado por ese partido político. La historia de su vida era digna de una megaproducción hollywoodense, pero De Leone no aspiró a tanto (o fue más realistas) y decidió reconstruir su vida a través de una investigación documental con tintes de policial y así armar un rompecabezas donde cada una de las piezas que lo componen se irán acomodando para entender que llevó a un hombre que había nacido para pertenecer a un mundo a formar parte del opuesto. De Leone es un investigador omnipresente que como un detective privado al que nunca vemos busca reconstruir la figura de la primera víctima de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) y lo hace como si de un thriller se tratase. Con testimonios, sí, pero no sentados mirando la cámara, sino a partir de estos generando imágenes que ilustren, que hablen por si solas y que sirvan como pruebas de lo que otros dicen. Una formidable investigación sobre un personaje un tanto olvidado por los libros en donde el cine no está ausente, y la historia tampoco.
Sobriedad documental sobre un personaje y su época La mayoría de las personas que tienen pensamiento político, o de aquellas que lo desarrollan, como de la que trata éste documental dirigido por Tomás De Leone, exponen sus ideas en el ámbito de su trabajo, alrededor de la mesa de un bar, o en reuniones intimas, es decir en encuentro de amigos o compañeros, sin ir más allá de esos marcos de la acción. El caso del cual se ocupa esta producción fílmica relata la vida y la obra de Rodolfo Ortega Peña, quién fue el primer asesinado por la organización paramilitar La Triple A, el 31 de julio de 1974, a los 38 años de edad. El personaje en cuestión nació en el seno de una familia adinerada, fue educado en la élite porteña, se recibió de abogado a los 21 años, en 1956, y ya dentro de los claustros universitarios llamaba la atención de los profesores y alumnos porque, pese a no ser un buen estudiante, defendía con vehemencia sus exámenes y terminaba convenciendo a los profesores de que lo aprueben. Nació siendo antiperonista, pero en 1955, cuando el golpe militar derroca al general Juan Domingo Perón, esta situación le hace un click en la cabeza al ver festejar a la burguesía porteña, y en los barrios periféricos el pueblo perteneciente a la clase obrera había sido derrotado. Desde ese instante se convirtió en más peronista que Perón, sus ideales mutaron fervientemente, con su mayor deseo del retorno de mandatario derrocado al gobierno. Luego, junto a su socio Eduardo Luis Duhalde, del estudio jurídico que armaron, bregaron por defender a los presos políticos casi con exclusividad, no le interesaba tanto el dinero como luchar por las causas que él creía que eran justas. Más tarde, el estudio fue financiado por los Montoneros y el ERP, entre otros. Se fue convirtiendo en popular dentro de los ámbitos tribunalicios y políticos, hasta que decide candidatearse y es elegido diputado, en 1973, con una alta exposición pública. Pero dentro de la Cámara de Diputados de la Nación lo que él creía que era la política no resultó de su agrado, y comenzó a criticar al peronismo con dureza. Siempre defendió con uñas y dientes sus ideales, estaba convencido de lo que sostenía, pero justamente, a comienzos de 1974, empezó a burlarse del gobierno peronista, y eso fue el principio del fin de su existencia. La obra del director es detallada y minuciosa, ficcionada en algunos tramos con alguien parecido al protagonista, con entrevista a sus amigos y compañeros de trabajo para conocer cómo era en la intimidad y en su labor profesional, además de haber logrado reunir abundante material de archivo de la época, tanto fotográfico, como fílmico en blanco y negro y color. De esa manera logra, desde su propia visión, ilustrar con perfección los testimonios brindados por quienes lo conocieron e incluso por los dichos de él mismo. Es un documental necesario de ver para tratar de armar ese rompecabezas que resultó ser la historia política argentina en aquelllos convulsionados y dramáticos años.