La nueva película del realizador de «Cómo funcionan casi todas las cosas» –también conocido por ser el creador de Zamba– es una adaptación de la novela «Agosto», de Romina Paula, centrado en el regreso de una joven a su pueblo natal en la Patagonia.
Esta adaptación de la novela de Romina Paula titulada «Agosto» (el cambio de título no es necesariamente feliz, aunque es por lo menos curioso) mantiene la línea narrativa del texto literario solo que, al perder la particular voz en primera persona del libro, la trama en sí se vuelve un tanto menos original. LA MUERTE NO EXISTE Y EL AMOR TAMPOCO narra la historia de Emilia, una chica de la Patagonia que se ha ido a vivir a Buenos Aires hace ya tiempo y a la que le llega la «invitación» a volver a su pueblo natal a esparcir las cenizas de una amiga suya que murió un tiempo atrás. Tras algunas dudas (Emilia está en pareja, aunque no están del todo bien) y con el miedo del regreso al terruño, la chica va hacia allí.
Como en toda historia de retorno al pueblo natal que se precie, aparecerán en LA MUERTE NO EXISTE… los reencuentros con personas que dejó de ver (especialmente una pareja que fue muy importante en su adolescencia), con la familia de su amiga y, también, los recuerdos de sus vivencias juntas, además de las experiencias específicas relacionadas con la ceremonia en cuestión. Esa vuelta disparará, además, algunas sorpresas, otros reencuentros inesperados (reales o no) pero, especialmente, un posible replanteo de Emilia acerca de lo que quiere hacer con su vida en el futuro. Y lo que pudo haber sido de ella de haberse quedado viviendo allí.
La nueva película del realizador de COMO FUNCIONAN CASI TODAS LAS COSAS –también conocido por ser el creador del dibujo animado Zamba– es una sensible aproximación al universo de la protagonista, a través de sus dudas, sus miedos, sus dolorosos recuerdos y lo que eso significa en relación a su futuro. Muy bien interpretada por un elenco que incluye a Antonella Saldicco como Emilia, junto a Justina Bustos, Agustín Sullivan, Osmar Núñez y Susana Pampín, y con un tono melancólico apropiado para el tema y los escenarios patagónicos, se trata de un sólido segundo largo de Salem que confirma la buena impresión –y varios de los temas, que son bastante similares– que había dejado su opera prima.