La muerte no existe y el amor tampoco, segunda película del realizador Fernando Salem es la nostálgica narración del presente de una mujer, que, desde sus recuerdos, se separa para siempre de aquello que fue y nunca volverá a ser.
Nunca es demasiado tarde para revisar el pasado, en oportunidades la muerte de un ser querido es la posibilidad de conectarse con aquello que, generalmente, se mantiene en el inconsciente.
Salem adapta la novela Agosto, de Romina Paula (quien participa brevemente como intérprete en el film) explorando un costado narrativo poco utilizado en el cine local, el realismo mágico y sus derivados.
En el regreso de una joven para participar de una ceremonia de despedida, “La muerte no existe y el amor tampoco”, funda ya desde su título la idea de que nada es real ni tangible en la vida.
En los recuerdos siempre hay un juego entre aquello que fue y lo que queremos que sea, que termina fundando otra imagen, diferente, a la que remitía.
El signo opuesto de aquello que es, en la película, con el acompañamiento del fantasma de aquella que ya no está, permite jugar al director con información que sólo será manifiesta a partir de retazos del pasado que impulsan a Emilia, la protagonista, a animarse a todo en el presente.
El regreso del hijo pródigo, aquí por un hecho natural y externo a ella, como la muerte, sólo suma a la construcción de una narración que prefiere presentar al personaje central como un flaneur en territorios conocidos.
Si bien esta figura, siempre, siempre, debe ser un errático caminante en espacios poco conocidos, en la representación de Emilia, desandando sus propios pasos y reconectándose con su pasado, hay una apuesta a interpretarla como una errabundeante transeúnte de recuerdos y mentiras.
“La muerte no existe y el amor tampoco” es la afirmación de Salem como autor, con un potente arranque en medio de la nieve, un juego de escondidas que dialoga con el presente de la protagonista, alguien que juega a verse y ocultarse a los otros, mientras asume una transformación que, del dolor, y de sus propias decisiones, permitirá atravesar de la mejor manera ese presente lleno de incertidumbres.
A medida que la progresión dramática avanza, Emilia potencia su figura, subrayando aquello que como signos se deslizan en algunos diálogos de Emilia con su ex novio, o con el padre de la amiga fallecida, y con esa madre que en el duelo se pierde sin razón ni sentido.
Antonella Saldicco brinda el rostro a Emilia, inmutable a pesar de todo lo que se le presenta, tal vez suavizando su rictus a partir de la interacción con la amiga fallecida (Justina Bustos) o cuando reconecta con su ex pareja (Agustín Sullivan).
El pasado como historia superada, la muerte como hecho negado, el amor que con otro sabor intenta manifestarse más en el recuerdo de algo que ya no es, que en la evidencia de algo que puede implosionar en la cara de sus protagonistas.
Escenarios naturales sureños bellamente registrados, la nieve blanca como lienzo en el cual la historia irá pincelando sus giros, una banda sonora que potencia escenas, y la convicción de asistir a un relato de transición y crecimiento de una mujer que elige matar creencias, para vivir un presente libre y sin presiones.
POR QUE SI:
«La muerte no existe y el amor tampoco es la afirmación de Salem como autor, con un potente arranque en medio de la nieve, un juego de escondidas que dialoga con el presente de la protagonista»