¿Qué ocurre después de la muerte de un ser querido? ¿Cómo nos repercute? ¿Cómo cambia nuestra mirada sobre la vida? ¿Cómo ese recuerdo puede alentarnos a seguir o complicarnos? Preguntas básicas, desde luego, pero las más constantes, las que más se repiten y -curiosamente- las que no comprendemos con el paso del tiempo. Son estas preguntas las que tratan de contestarse a sí mismos los personajes de La muerte no existe y el amor tampoco.
El Peso de la Memoria
La película ya desde su título propone el debate, ya que su contexto plantea la diferencia entre el amor presente y el amor en cuanto a pasado. Un rompimiento o un fallecimiento pueden interrumpir de forma permanente ese flujo, pero es el recuerdo lo que lo hace en cierta forma algo permanente, creando una base sobre la que desarrollamos nuestra personalidad. Donde se desarrolla nuestra mirada sobre el amor y la muerte, y cómo pueden estar relacionados o no.
Una de las primeras escenas tiene a la protagonista lidiando con una suicida en un hospital. Una cuestión laboral que puede parecer sin importancia; pero a lo largo de la película veremos que no es casualidad que esté en esa línea de trabajo. Su historia con su amiga, que transita la película como un fantasma (más físico que espectral), es en gran parte la que le motiva a desempeñar esa labor.
Sin embargo, la presencia de ese fantasma despierta el papel que el amor, tanto romántico como familiar, tiene en su vida. El que está mucho más allá de la simple cáscara, de la necesidad física: el deseo de no querer tener ningún lazo, de no querer sentir nada, para no tener luego que hacer ningún duelo.
Porque es en esa etapa donde el recuerdo -lo que hace que una persona que se fue viva para siempre- parece hacer más daño que beneficio. A pesar de ello, plantea que ese dolor tan desgarrador, ese sufrimiento, es el primer puente a atravesar si queremos seguir adelante. Un sufrimiento que no solo lo puede generar la muerte, sino también el alejamiento que aparece, al menos emocionalmente, como una forma de la misma aunque sin la fatalidad de la ausencia física.
En materia actoral, Antonella Saldiccoentrega una muy hábil interpretación con una clara comprensión física del intenso tema de la película, pero es la expresividad de su rostro la que consigue gran parte de las maravillas. Justina Bustos la acompaña en un silencioso rol como su amiga fallecida. Aunque le falten palabras a la actriz, le sobran emociones y presencia física. Es uno de esos roles esenciales que con muy poco está diciendo mucho.
En materia técnica la película presenta bellas composiciones de cuadro en Cinemascope que se muestran pintorescas en los planos paisajísticos. En los planos de interiores puede ser desafiante, pero no termina jugándole en contra.