Lino Pujía realizó su segundo largometraje con un formato muy especial que puede dar lugar a confusiones, en cuanto a su género, si se va a la proyección con el prejuicio de que se verá un documental, porque no lo es. Tampoco es un documental ficcionado ni un falso documental. Pujía, lo considera una “ficción documentada”, y por eso junto a Nicolás Carreras y Sebastián Carreras escribió un guión de situaciones a partir de una idea que genera un mensaje que, más que nada, es una crítica al sistema lleno de dificultades, que deben enfrentar los artistas plásticos y también los escultores para lograr exponer sus obras en una galería de arte. Pero le restó el drama y le sumó mucho humor.
De esta manera logró una comedia con un estilo muy particular, todo lo que sucede en la trama es ficción, aunque basada en una realidad.
Porque en la vida real Lino Pujía es el hijo de un ilustre escultor y orfebre, Antonio Pujía, quien desde que nació vivió sumergido en el ambiente del arte y conoce de cerca las dificultades que su padre ha enfrentado para poder exponer.
Precisamente la anécdota parte de la depresión que le causa al artista, Pujía padre, comprobar que sus anhelos de exposición de sus obras siempre encuentran problemas alejados del arte pero que hay que resolver. Al verlo en esa situación toda su familia emprenderá la tarea de lograr que la exposición se realice.
Así comienzan a desfilar por la pantalla Antonio Pujía, el padre del realizador; Susana Nicolai, la madre; Sandro, el hermano; el mismo cineasta en su papel de hijo; Marta, la empleada de la familia, y también amigos y parientes. Todos interpretándose a ellos mismos, así que de ninguna manera puede evaluarse su trabajo como el de los “no actores” que se utilizan mucho en el Nuevo Cine Argentino. Todos siguen un guión que les marca situaciones pero no los parlamentos, por lo tanto los diálogos entre los personajes han sido improvisados, de manera natural, a medida que se filmaba. Y resultan graciosos precisamente por ser espontáneos.
Quizá Lino Pujía da por sentado que a su película la verá, en su mayoría, un público que conoce el negocio del arte y por eso se ven en pantalla saltos de situación que pueden desconcertar momentáneamente al espectador que no conoce los entretelones de una exposición, pero cuando salga del cine ya los conocerá y ese es el mayor valor de esta simpática comedia que divierte y se disfruta todo el tiempo. Además de comprobar que una familia “unita” siempre es fuerte para enfrentar las adversidades, no hay que olvidar que el escultor es italiano, aunque su carrera se desarrolló en la Argentina.