La libertad de los perros
Dirigida por Laura Citarella y Verónica Llinás, La mujer de los perros (2015) trata sobre una solitaria mujer que merodea por la periferia silvestre de Buenos Aires en compañía de una jauría de perros. Caza alimañas, recoge fruta, bebe agua de lluvia. De día evita cualquier tipo de contacto social, observando a otros seres humanos con la imprecisión de un teleobjetivo. Por las noches se refugia en un precario toldo esculpido de chapa, madera y plástico.
Hay cierta ambición documental al retratar las vivencias de esta mujer (personaje interpretado por Llinás, pero sin duda con una generosa cantidad de referentes en la realidad) en el marco de las cuatro estaciones del año, mostrándonos cómo se las apaña para resolver inquietudes cotidianas como el hambre, la enfermedad y la soledad. La película nos muestra todo esto y a cambio dice muy poco; comprendemos la realidad inmediata, pero nunca aprendemos quién es la mujer o cómo se ha convertido en la ermitaña “mujer de los perros”.
Dado que la película es silente y los diálogos son pocos y accidentales, depende mucho del poder de sus imágenes para enhebrar una narración. La película no se dirige en ninguna dirección en particular así como lo hacen, por compararla a una experiencia similar, las películas de Lisandro Alonso (otro retratista contemplativo de individuos deambulando por la natura).
Más bien funciona episódicamente: tenemos el episodio en que la mujer intenta sumar un nuevo perro a la manada, el episodio en que la mujer se aventura en la ciudad, el episodio en que roba víveres y luego la carcome una indigestión simbólica, etc. Todo esto se narra a pura imagen y con experto cuidado, y permiten algunos momentos de picardía que relevan la monótona solemnidad de la película.
Debido a que La mujer de los perros no posee una narración principal muy fuerte, y debido a que termina pareciéndose más a un documental tímidamente observacional que a la disección de un personaje sumamente interesante, cualquier final ha de sentirse anticlimático, por más bello y poético que resulte ese último plano.