Naturaleza Muda
No hay palabras, no hay pasado, pero eso no significa en absoluto que la segunda película de Laura Citarella -en coautoría y dirección junto a Verónica Llinás- no refleje un discurso o por lo menos una reflexión sobre la soledad; sobre el estado de invisibilidad en una ciudad de Buenos Aires que parece desprendida de sus bordes. En esos bordes, que se encuentran al costado de la ruta o en lo profundo cuando el ruido de los coches se desvanece entre la naturaleza más salvaje -la hediondez de todo aquello que se desecha-, transita la mujer de los perros.
Así se llama también esta película, donde abundan los perros y esa mujer sin historia pasada, pero expresiva desde su andar y mucho más con su constante empeño por sobrevivir al desamparo de todo y con la única libertad de no estar atada a ninguna regla, más allá de la que le permite sostener su pequeño espacio en estado salvaje o semi salvaje, por decirlo de alguna manera.
En este film, las palabras ocupan un espacio secundario, parecen desplazadas por esa arrolladora fuerza de la realidad que deja sin palabras cuando se contempla, sin artificios de por medio, la difícil convivencia entre el hombre y la naturaleza; cuando el silencio dialoga con la emoción y la profundidad de campo completa el resto de la postal real y urgente, aquella que seguramente quede en la retina de quien logre entenderla.
Gran trabajo de Verónica Llinás, tanto en su calidad de directora como en el rol protagónico silente, sumada a la sensibilidad de Laura Citarella, que en su segundo opus confirma el talento ya despuntado en la sugestiva Ostende (2011).