Regreso con gusto a poco
Con una Gal Gadot inexpresiva, la película de la superheroína más famosa es demasiado solemne.
Tuvieron que pasar casi cuatro décadas para que volviéramos a tener una Mujer Maravilla de carne y hueso, desde que en 1979 terminó la serie protagonizada por ese fetiche del movimiento onanista mundial llamado Lynda Carter. Para sumar expectativa, esta película empezó a proyectarse hace más de veinte años, con infinidad de protagonistas y directores en danza. Tantos años de espera no podían traer más que decepción: más allá de cualquier añoranza setentista, este es un regreso con gusto a poco.
Admitamos que las películas de superhéroes ya están alcanzando un punto de saturación: perdieron gran parte de la sorpresa y la gracia que supieron tener hace unos quince años, cuando empezó la avalancha superheroica. Dentro de este panorama, uno de los mejores recursos que quedan es apostar al delirio y a la autoparodia, caso Deadpool. Algo que la factoría Marvel maneja mucho mejor que su competencia, DC.
La solemnidad es uno de los grandes pecados de esta Mujer Maravilla. Quizá sea un problema intrínseco del personaje: difícil juguetear con un ser de origen divino. Demasiado perfecta, a Diana Prince le faltan los defectos que hacen dramáticamente atractivos a los humanos. A esto contribuye la inexpresividad de Gadot, que no cuenta con el histrionismo entre sus numerosos atributos. Físicamente tiene todo para el papel; le falta el espíritu. No vamos a compararla con Lynda Carter: es imposible competir contra un ícono de la infancia. Y, además, ¿quién podría decir que Lynda era una buena actriz? Igual que la israelí, venía del modelaje y los concursos de belleza. Pero tenía carisma.
La elección de los villanos tampoco es feliz: no asustan, y por momentos rozan el ridículo. Los pasos de comedia no funcionan, y la aventura en la Primera Guerra Mundial es flojita. Lo mejor sucede en al principio, cuando nos muestran la infancia y la adolescencia de Diana en la isla Paraíso, con los entrenamientos de las amazonas como regalito para los nostálgicos fetichistas.