La protagonista de Mujer Maravilla, Gal Gadot, demuestra en este filme infantil que un superhéroe no se construye con efectos especiales, sino con carisma.
DC Comics, bajo la sombra de Marvel, insiste en armar su red de películas. Esta ambición, sin embargo, acaba dañando la emancipación de los relatos, y Mujer Maravilla es un ejemplo acabado.
Dos líneas estéticas incompatibles confluyen aquí: los rasgos generales de las películas de DC Comics, tomando como referencia el realismo plástico que patentó Zack Snyder en El Hombre de Acero, y las intenciones lúdicas de Patty Jenkins, directora de esta cinta en particular.
A nivel macroscópico, Mujer Maravilla regresa a esa imagen contrastada y granulosa típica de Snyder. También están los ralentís en medio de la acción, la música wagneriana y la tintura solemne. No obstante, a nivel microscópico, Mujer Maravilla oxigena ese universo gravoso con un humor encantador.
Allí está el rasgo más atractivo del filme: su perfume juguetón y aniñado, una tontería exenta de culpa junto a una inverosimilitud agraciada. Para Jenkins es imposible darle un corte “realista” a la historia de esta amazona traída al mundo por el mismo Zeus para frenar a Ares; su abordaje quiere ser frívolo y descontracturado, pero allí está la biblia de DC Comics exigiendo que se obedezca la ley del tejido orgánico, en otras palabras, que las películas se homologuen para formar parte de una gran película genérica y oscura.
Mujer Maravilla se debate en este choque de intereses. Cada tanto triunfa el bien, aunque no siempre. La mejor aliada de Jenkins para darle lozanía al filme será Gal Gadot encarnando a la princesa Diana: hay en esta mujer una resonancia virgen sin precedentes. Su forma de mirar y de gesticular tienen una espontaneidad única, una pureza irrefutable. Gracias al aura de Gadot, Mujer Maravilla emite destellos entre la niebla.
El relato empieza con el presente de Batman vs. Superman y esa enigmática foto vintage que muestra a Diana posando con soldados de la primera guerra. La película se convierte en un gran flashback sobre los orígenes de la amazona extraterrestre y su compromiso de proteger a la humanidad.
Diana descubriendo el mundo es lo mejor que tiene DC Comics hasta la fecha. Cuando la heroína arriba a Inglaterra, el relato adquiere una adorable cadencia cómica. La ingenuidad de Diana es expuesta por su directora, creando una farsa entre un sentido común idealista y la histórica corrupción de los hombres.
Esta alegoría, al materializarse en el villano, desmorona su picardía y se convierte en una épica obscena. Los intereses contrapuestos entre DC Comics y Jenkins llegan al límite: mientras más bizarra se torna la película, más grandilocuencia le imprimen. Así, la originalidad de Mujer Maravilla acaba extraviándose en aras de formar parte de un universo a plazo fijo.