Muy libremente inspirada en hechos reales, esta historia ambientada en 1823 en el El Reino de Dahomey (hoy parte de la República de Benín) tiene todos los elementos (por momentos lugares comunes) del cine dominado por la corrección política. Sin embargo, para aquellos que puedan ver en esta película protagonizada y producida por Viola Davis unos cuantos rasgos de oportunismo, hay que decir que en el terreno del entretenimiento masivo, del espectáculo propio del cine de acción, La mujer rey (imaginen una cruza entre Pantera Negra y Pocahontas) funciona razonablemente bien. Y en varios pasajes hasta podría decirse que muy bien.
Davis es la general Nanisca (Viola Davis), lideresa de las Agojie, un ejército de Amazonas eximias en el arte del combate. Más allá de un traumático pasado que iremos apreciando y desentrañando a partir de algunos breves flashbacks, ella se dedica a formar nuevos cuadros para luego a enfrentar a hombres feos, sucios y malos en el campo de batalla. Para complicar más las cosas, debe sortear unas cuantas intrigas palaciegas para mantener el apoyo del rey Ghezo (John Boyega) y evitar las constantes manipulaciones de algunas de sus esposas.
Si Davis es la voz de la experiencia, su contracara, su opuesto complementario será Nawi (la ascendente Thuso Mbedu), una joven que evita un casamiento arreglado con un hombre golpeador (sí, el 99% de los personajes masculinos son de temer) y es admitida en el sector del palacio al que solo pueden acceder las mujeres que renuncian a casarse y ser madres para convertirse en expertas luchadoras. La muchacha, que no sabe ni siquiera manipular una simple soga, a los pocos minutos se convertirá en una extraordinaria combatiente, pero -admitámoslo- estamos en medio de las convenciones hollywoodenses.
Más allá de esas simplificaciones y de otros subrayados, Gina Prince-Bythewood (la misma de La vieja guardia, con Charlize Theron y Kiki Layne) se muestra muy dúctil a la hora de concebir verdaderas coreografías para coloridas ceremonias tradicionales, implacables entrenamientos y batallas épicas contra los sádicos reinos enemigos y los esclavistas europeos. En este sentido, sí, la abrumadora presencia femenina delante y detrás de cámara (desde la directora de fotografía hasta la editora son mujeres) permite romper unos cuantos techos de cristal con un profesionalismo que nada tiene que envidiarle al establishment masculino.
La guionista Dana Stevens (la idea original es también de la actriz Maria Bello) no dejó tópico políticamente correcto sin abordar y en ese terreno se advierte una tendencia a tildar cada aspecto del empoderamiento, revanchismo frente a los abusos masculinos y exaltación del heroismo femenino. Si la película dilapida algo de profundidad por ciertos estereotipos, los compensa con creces a partir de una solidez narrativa y un despliegue visual incuestionables. Así, con muchos más hallazgos que carencias, La mujer rey termina siendo una bienvenida rareza en una industria audiovisual que claramente está buscando modernizar sus miradas y sus historias.