Luego de la decepcionante 15:17 Tren a París (2018), Clint Eastwood regresa al cine con La mula, una especie de road movie en la que el ya consagrado cineasta norteamericano muestra nuevamente lo mejor de su cine.
La película nos presenta a Earl Stone (Clint Eastwood) un horticultor que, al parecer, vive sólo para el trabajo. Sin ir más lejos, la primera escena nos muestra al anciano perdiéndose la boda de su hija para recibir un nuevo premio por sus flores. A causa de varios eventos similares (pérdidas de varias fechas importantes), Earl es rechazado completamente por su exmujer (Dianne Wiest) y por su hija (Alison Eastwood, hija real del cineasta), quien directamente no le dirige ni la más mínima palabra. La única que parece mantener cariño hacia él es su nieta (Taissa Farmiga).
Doce años después, a causa del arribo de internet (y por ende la facilidad de las personas de poder acceder de otra manera a la compra de flores), el negocio de Stone quiebra. El único objeto que queda a su disposición es una vieja camioneta que condujo durante toda su vida. Es ahí cuando le llega una propuesta aparentemente salvadora: transportar bolsos de un Estado a otro. Pronto descubre que en esos cargamentos lleva kilos y kilos de drogas pero, lejos de ponerse nervioso o querer dar marcha atrás, continúa haciendo los viajes como si nada. Su avanzada edad y el hecho de no haber tenido una multa en toda su vida, lo convierten en la mula perfecta.
La trama está inspirada en una historia verídica: Leonard Sharp fue un veterano de guerra y un horticultor que transportó enormes cantidades de drogas para el Cartel de Sinaloa a lo largo de Estados Unidos. Finalmente fue detenido y condenado a tres años de prisión, de los cuales sólo cumplió uno. Pero Eastwood no hace una película biográfica de este personaje sino que le da una nueva impronta y apunta hacia varios lugares fuera de esa trama principal. De hecho, por momentos, parece ser él quien, a través de Stone, hace catarsis sobre su vida.
Sin ir más lejos, el personaje principal de esta historia presenta varios paralelismos con el ya consagrado cineasta norteamericano. Earl Stone se asemeja más a algunas facetas de Eastwood que de Sharp. Eastwood, quien no se dirigía desde Gran Torino (2008), es, al igual que el protagonista de esta historia, alguien alejado de lo políticamente correcto. Esto se muestra principalmente en dos escenas: una en la que se cruza con una pandilla de motociclistas lesbianas y otra en la que ayuda a un matrimonio de “negros”.
La película también cuenta con otra subtrama: los agentes de la DEA Colin Bates (Bradley Cooper, quien ya trabajó con el director en El francotirador) y Trevino (Michael Peña) son presionados por un supervisor para desbaratar a la banda de narcotraficantes que opera en el oeste. Con la ayuda de un topo, comenzarán a acercase cada vez más a esta famosa mula.
A lo largo de La mula nunca se pone en foco una crítica hacia el nuevo trabajo que desempeña el protagonista. El guion, a cargo de Nick Schenk (Gran Torino), en realidad posiciona a Earl como una especie de Robin Hood. Parte del dinero que gana con uno de sus viajes lo destina a renovar el hogar de los veteranos locales. También hace uso de su nueva riqueza para pagar la hipoteca y así comprar nuevamente su casa. Además, utiliza la plata para intentar acercarse a su familia.
Clint Eastwood y Nick Schenk logran abordar las diversas subtramas con facilidad y eficacia. Ningún punto queda librado al azar. Cada detalle, hasta el más mínimo, es explicado (ya sea de una manera directa o indirecta). El cineasta y su guionista construyen un relato sin falacias. La mula no es sólo un policial dramático atrapante, también es una crítica hacia la tecnología y hacia lo políticamente correcto, en donde se muestra cómo un hombre blanco puede salirse con la suya sólo por ese “simple” detalle.