Las ruinas de aquel pasado
El Parque de la Ciudad y la Ciudad Deportiva de Boca, dos espacios arrasados por el tiempo que fueron construidos bajo dos dictaduras.
Dos espacios concretos de divertimento y dispersión concebidos en épocas faraónicas, de una arquitectura fascista para el goce de la gente. La multitud es una documental que mira hacia aquel pasado de características monumentales, el de los sueños despedazados de dos gobiernos signados por la muerte.
Martín Oesterheld, nieto del creador de El eternauta, elige planos fijos al inicio, como si se tratara de fotografías de un pasado sumergido en el tiempo del olvido. Ese estatismo del principio se equilibra con los movimientos parsimoniosos de los habitantes en la actualidad: bolsones marginales y de pobreza, asentamientos que contrastan con esos edificios del pasado, sobrevivientes de un mundo globalizado conviviendo con las ruinas edilicias de las dictaduras de Onganía y Bignone.
Artista visual antes que cinéfilo documentalista (participó en Tecnópolis), sin embargo, a su director se lo puede relacionar con otros cineastas del género como el sesentista Lionel Rogosin y los contemporáneos James Benning y Jia Zhang-ke, entre otros, en cuanto a la captación de un paisaje determinado sin necesidad de recurrir a la voz en off explicativa y a la mirada didáctica que a veces caracteriza al documental.
La mirada de Oesterheld estimula al espectador, proponiéndole la convivencia entre ese pasado intimidatorio y este presente poco feliz. Pero, cerca del final, cuando algunos de los habitantes extranjeros de ese viejo-nuevo paisaje toman la palabra, al momento en que invocan a una película soviética de los años '70 como Moscú no cree en lágrimas, el film pega una vuelta de tuerca y cobra un sentido diferente. En ese punto, el documental de Oesterheld recuerda a algunas escenas de la extraordinaria En construcción de José Luis Guerín, otra película sobre espacios que desaparecen y que son renovados por el triunfo del consumo.