Al término de la proyección de “La multitud” terminé confirmándolo: No es un documental. Pero la simple oposición no lo transforma en una ficción. El término “docu-ficción”, además de no existir no define absolutamente nada. Es increíble la utilización de esta palabra en nuestro medio. Debe ser de las pocas que no sirven ni para definir ni para clasificar. Al contrario. “Docu-ficción” deja todo indefinido para el espectador. ¿Qué es, entonces, “La multitud”?
Martín Oesterheld realizó una película cuyas imágenes ponen una mirada sobre dos rincones de la ciudad que alguna vez tuvieron algo de faraónico en su concepción: la ciudad deportiva de Boca y el parque Interama, ambos proyectos impulsados durante dos dictaduras en la Argentina.
En efecto, la sucesión de imágenes muy bien filmadas y encuadradas en medio de un silencio, por momentos reflexivo y atronador, tienen el poder de funcionar en la mente del espectador para que éste se haga preguntas y construya su propia idea sobre lo que pasó. Como si el paso del tiempo hubiera impactado cual bomba en el espacio. Explota, pero no suena.
Así apreciamos estas obras arquitectónicas. Proyectos con pretensiones de emblemáticos para gobiernos que hasta en esto dejaron una huella difícil de pisar. Las zonas aledañas a estos lugares también revisten características parecidas. Aquí es donde entran dos o tres personajes enigmáticos, ucranianos (o serbios, no me acuerdo) que para su quehacer diario deben pasar por allí, luego se encuentran para hablar de televisión, o de lo que fuere (no parecen necesarios en realidad).
Sin embargo, el gran logro es el de transmitir la dejadez; lo implacable del tiempo (con planos detalle de óxido, vigas desnudas y escombros), la ausencia de proyectos de Estado para con esos espacios gigantes no se produce a través de estas personas, ni de sus ojos. Simplemente son extraños, en una tierra extraña que alberga monumentos destinados a no ser.
Es parte de la historia de una ciudadanía (justamente, la multitud ausente de algo que estuvo pensado para albergar a miles) determinada a olvidar e ignorar su existencia.
El espectador deberá saber que esto es una reflexión personal sobre “La multitud” (siempre lo es sobre cualquier obra de arte), pero en este caso es importante aclararlo porque esta producción responde poco a estructuras convencionales. Es una propuesta para mirar con atención aquello que pretendemos olvidar, y en esto el tiempo (la duración de cada mirada/plano) también puede ser tirano.