Gracias Jefe.
Sarfraz Manzoor es un periodista pakistaní radicado en el Reino Unido desde su infancia. Su destino profesional quedó marcado a fuego desde el primer momento en que escuchó la música de Bruce Springsteen, el héroe del rock de las clases bajas norteamericanas salido de Ashbury Park, en Nueva Jersey. Como forma de poner en palabras ese camino que eligió acompañar con la música de “el Jefe” Manzoor escribió sus memorias tituladas “Grettings from Bury Park: Race, religion and Rock N’ Roll”, en clara alusión al título del primer trabajo de su músico favorito. Basándose en dichas memorias la directora Gurinder Chadha (Jugando con el destino, 2002), otra extrajera que adoptó tierras británicas como su segundo hogar, trae a la pantalla grande La música de mi vida, la historia de Manzoor convertida en una suerte de biopic espolvoreada con musical.
Javed, tal el nombre ficticio que se eligió por algún motivo para representar a Manzoor, es un joven hijo de inmigrantes pakistaníes viviendo en Inglaterra, más precisamente en la pequeña ciudad de Luton, habitada por una clase media trabajadora que al momento en que se narra esta historia sufre los sacudones de la recesión y los conflictos racistas que a fines de los ochentas marcaron la gestión de la Primer Ministro Margaret Tatcher. El seno de familiar tradicionalista de Javed no ve con buenos ojos las expresiones de otras culturas o incluso aquellas tan propias de la tierra a la que eligieron emigrar, con un padre autoritario y conservador, una madre sumisa y dos hermanas que se debaten entre la rebeldía y la tradición. Pero todo cambia para nuestro protagonista el día que un compañero de colegio le presta dos cassettes de Bruce Springsteen. Las letras y el espíritu luchador del artista abren los ojos de Javed a un universo completamente nuevo, y esto sucede al mismo tiempo tiempo (coincidencia o no) en que él mismo comienza a cuestionar las tradiciones y el mandato familiar, en pos de alcanzar su sueño de convertirse en un escritor.
Si por un momento nos olvidásemos que se trata de una historia sacada de la vida real, el relato tiene todos los elementos de una historia coming of age: la llegada del personaje a una nueva etapa de su vida, la curiosidad por lo que el mundo exterior tiene para ofrecerle, el interés en el sexo opuesto. Si bien es una película que se mueve al ritmo de la música, no es un musical per se, y aquellos momentos en que intenta serlo se vuelven un híbrido poco eficiente que queda a medio camino de todo.
Hay múltiples puntos de conexión con Sing Street: desde la concepción de ese universo adolescente hasta el argumento guiado esa música que pone en movimiento todos los engranajes del conflicto. La única diferencia es que la película de John Carney sí puede ser considerada un musical propiamente dicho, unificando de manera mucho más fluida esos momentos con el resto de la narración.
Probablemente una de las decisiones más interesantes de Chadha es no quedarse dentro del círculo interno de la historia de Javed. La directora nos pinta un panorama completo respecto de cómo era ser un extranjero en el Reino Unido de los ochentas: la xenofobia, la política, la crísis económica, la ruptura del sueño inmigrante. Todo presentado desde una perspectiva que no busca aleccionar ni bajar línea, sino transmitir de primera mano a través de sus personajes la experiencia cruda de ese período.
Tan crucial es la música de Bruce Springsteen para esta historia que su nombre figura dentro de los créditos del guión como “inspirado por el trabajo y la música de”. Exactamente ahí radica uno de los mayores encantos de esta historia, cuya función central es transmitir la idea de que nuestros sueños son siempre válidos, sin importar haber nacido en Pakistán o Inglaterra y más allá de lo que dicten las convenciones… y si la magia transformadora de la música acompaña, mucho mejor.