La música de mi vida tiene todo para gustar: ambientación en los años ‘80, música para nostálgicos y una historia de iniciación sobre un adolescente que se encuentra a sí mismo gracias a su amor por Bruce Springsteen. Es una de esas feel-good movies (películas para sentirse bien) simpáticas que caminan por la cornisa de la demagogia y a veces se caen.
El guion está basado en un libro autobiográfico del periodista Sarfraz Manzoor sobre su último año de secundario en la -al parecer- poco agraciada ciudad inglesa de Luton. Todo transcurre en 1987, durante el thatcherismo, en plena implementación del programa neoliberal de desmantelamiento del estado de bienestar, con el consiguiente aumento del desempleo, la pobreza y la xenofobia.
Aquí vemos cómo los horrores macroeconómicos afectan a los individuos. Javed vive un hogar de inmigrantes paquistaníes, donde el patriarcado es incuestionable, pero la crisis social le pega de lleno a su familia: el padre es uno más de los nuevos desocupados y, entonces, su palabra empieza a perder autoridad. A la par, el chico descubre a ese rockero estadounidense que le dice que seguir el propio camino es posible y se convierte en la banda de sonido de su rebeldía. Una docente que estimula sus dotes literarias y un primer amor completan su despertar.
Si el cuento suena remanido y previsible se debe a que sencillamente lo es. Digamos que tiene el espíritu de esas historias que otros escritores británicos como Hanif Kureishi -también hijo de un paquistaní- o Nick Hornby contaron mejor. Pero este es un combo iniciático-musical al ritmo de Springsteen: una docena de canciones de El Jefe -una combinación de grandes éxitos con algunas rarezas- les ponen ritmo a los cuadros musicales que tienen como referencia explícita al clásico de culto Absolute Beginners, de Julien Temple.
Como toda la película, esos momentos oscilan entre la gracia y la vergüenza ajena. Dosis de Pet Shop Boys, Level 42, A-Ha, Tiffany y Cutting Crew complementan a Springsteen para alegría de los cuarentones, pero no alcanzan a salvar una historia que se va volviendo cada vez más melosa, hasta terminar empalagando.