La Música de Mi Vida es un adorable tributo a Springsteen
Las canciones Bruce Springsteen son el detonante par que un adolescente de Luton intente encontrar sus pasiones y su lugar en el mundo.
Gurinder Chadha ya había explorado los conflictos culturales y familiares de una adolescente sij en “Jugando con el Destino” (Bend It Like Beckham, 2002). Ahora, la realizadora keniana nos transporta a mediados/finales de la década del ochenta, cuando las políticas de privatización (o las políticas, en general) de Margaret Thatcher desataron varios quilombos económicos que afectaron a los sectores más vulnerables de la población británica. La falta de trabajo, el creciente racismo y las problemáticas sociales son el contexto de esta comedia dramática que tiene muchos puntos en común con otras grandes historias del Reino Unido como “Tocando el Viento” (Brassed Off, 1996), “Billy Elliot” (2000), “Todo o Nada” (The Full Monty, 1997) y hasta “Sing Street” (2016), donde la música también es una vía de escape para el protagonista.
En el caso de “La Música de mi Vida” (Blinded by the Light, 2019) tampoco hay que dejar de lado la identidad, un tema muy arraigado al cine de Chadha y a los inmigrantes que crecieron en suelo británico y se aferraron a sus costumbres, siempre tratando de buscar un mejor futuro para sus hijos. La realizadora no tuvo que ir muy lejos para encontrar inspiración ya que este relato está basado en la verdadera figura del periodista Sarfraz Manzoor y su amor por las canciones de Bruce Springsteen reflejado en sus memorias -“Greetings from Bury Park: Race, Religion and Rock N’ Roll”-, hilo conductor para esta historia que va más allá de un jovencito y sus ídolos.
Manzoor, Chadha y Paul Mayeda Berges son los guionistas de esta dramedia que nos lleva hasta el apacible pueblito de Luton, bastante alejado de Londres, donde rara vez ocurre algo. Allí es donde la familia Khan y otros pakistaníes decidieron echar raíces y criar a sus hijos manteniendo cada una de sus tradiciones. En el centro de esta familia musulmana está Javed (Viveik Kalra), único hijo varón de Malik y Noor, dos trabajadores incansables.
Estamos en 1987, la música electrónica hace estragos y Javed no deja de sentirse fuera de lugar, ya sea dentro de su propio hogar o en la escuela, donde no hay demasiados estudiantes de origen asiático. Al adolescente le gusta la música contemporánea, escribir poesía y canciones para la banda de su amigo y vecino de la infancia, Matt (Dean-Charles Chapman), una forma de expresar con rimas cada uno de sus sentimientos de alienación, demasiado depresivos para el pop/rock actual.
Su vida da un giro inesperado cuando Roops (Aaron Phagura), de origen sij, lo introduce en el mundo musical de “El Jefe”, lo que provoca una conexión directa e inmediata con cada una de las alusiones sociales, económicas, políticas y personales que Bruce Springsteen plantea desde sus canciones, más que nada, sobre sus humildes comienzos en su Asbury Park (Nueva Jersey) natal, proveniente de una familia de la clase trabajadora. Es amor a primera vista (o escuchada) para Javed, quien convierte al cantautor norteamericano es su más grande pasión y obsesión.
Mientras tanto, su profesora de literatura, la señora Clay (Hayley Atwell), lo alienta a pulir su material y poner en claro sus ideas sobre el papel, al mismo tiempo que empieza a entablar una relación más cercana con Eliza (Nell Williams), una joven activista de su clase. Todo esto, a escondidas de su severo padre que no aprueba ninguno de sus gustos, sus amistades, ni sus sueños de convertirse en escritor, un trabajo sin futuro cuando se trata de los Khan. El desempleo pronto golpea a la familia, y los planes de Javed se empiezan a desmoronar creando más tensión con su progenitor, siempre con la idea fija de escapar hacia esa “tierra prometida” que tanto predica el amigo Bruce.
No tengan ídolos, ¿o sí?
“La Música de Mi Vida” sigue una formula simple, pero efectiva, mezclando los elementos de una ‘coming of age’, con cuestiones más profundas como el desarraigo, el racismo, la pertenencia y la búsqueda de identidad para este adolescente que se pierde entre los confines de su pequeña ciudad. Como muchas de estas películas, es un viaje de descubrimiento que nos ayuda a empatizar con el otro y entender sus circunstancias. En el medio, Chadha y compañía nos entregan un repertorio musical plagado de hits, cortesía de “The Boss”, que sirven para ilustrar lo que pasa por la mente de este confuso protagonista. Lástima que la traducción local no se molesta en sumar estas líneas, un aporte fundamental que deja afuera al que no conoce las canciones o no sabe el idioma para traducirlas en su cabeza.
Chadha habla de la importancia de los sueños, pero no se pierde en ideales (ni británicos, ni norteamericanos, ni siquiera pakistaníes). Cae en algunos lugares comunes y extiende demasiado algunos momentos superfluos de la narración, pero sabe cómo acercarse al público con una historia sencilla que habla desde el corazón para los más jovencitos que persiguen sus anhelos, y para aquellos más grandes que creen que los perdieron al crecer.