Una premisa universal que dota a la música de un elemento de magia.
Jugando con el Destino fue una de esas películas que se ganó la simpatía de los espectadores por contar una historia sobre hijos que desafían los mandatos familiares, y porque se trató de uno de los primeros papeles de Keira Knightley (previo a conocer la fama de la mano de Piratas del Caribe). Su directora, Gurinder Chadha, filmó cuatro películas más desde el éxito de aquel film: tres siguieron profundizando en la premisa de doblar o romper las rígidas tradiciones hindúes en favor de alcanzar un sueño personal.
No obstante, ninguno de esos títulos alcanzó el reconocimiento de aquella historia sobre una chica que deseaba jugar como David Beckham. Esto viene a cuento dado a que La Música de mi Vida, con algunos cambios, se mueve con la misma premisa: un joven que quiere cambiar el rígido mandato paterno tomando como guía a una famosa luminaria.
La Música de mi Vida: Bend it like The Boss
Incluso estando basada en una historia real y poniendo acento importante en la xenofobia experimentada por diversas comunidades asiáticas en la Inglaterra de los 80, los ecos de Bend it Like Beckham se hacen difíciles de ignorar. Cambiando al hombre por una mujer, el fútbol por el sueño de ser escritor, y a David Beckham por Bruce Springsteen, tenemos básicamente la misma premisa.
Sin embargo hay que concederle a Chadha el mérito de darle algo de magia a las escenas musicales, donde podemos apreciar el efecto que la música de Bruce Springsteen tiene en el protagonista, ayudándolo a crecer. Un crecimiento que no tiene tanto que ver con encontrar una voz literaria, sino a no sentirse avergonzado de ella.
Tomando este último punto en consideración, este mensaje, este deseo, bien puede ser la pequeña pizca de diferencia que separa a La Música de mi Vida de entre tantas propuestas inglesas similares, que desbordan de ejemplos sobre el papel inspirador de la música y la ruptura de las tradiciones.
Si bien por momentos puede pecar de repetitiva, no se puede negar que el conflicto sostiene su interés. El protagonista y quienes lo rodean tienen matices, logrando una historia con intereses enfrentados más que una noción pura y dura de héroes y villanos. Es saber diferenciar la delgada línea que separa el individualismo del egoísmo. Es sobre la importancia de las raíces, pero entender que estas se pueden plantar en cualquier lado. Es entender que sin importar la etnia, hay problemáticas que son universales. Valga la frase hecha, “pinta tu aldea y pintarás el mundo”.
Un acierto a señalar es que no es necesario conocer la discografía de Springsteen para apreciar el film (naturalmente los que sí saben le sacaran más provecho todavía). Toma a Springsteen como la punta de lanza para ratificar a la música como una herramienta para expresar emociones; y el hecho de ilustrar su influencia en un personaje que no es necesariamente melómano (pero tiene mano para la poesía), es el medio más eficiente que pudo encontrar para –en un intento bastante noble– explicar algo inexplicable.