Una Coming of Age que parece seguir los parámetros normales de éste sub-género da un salto de calidad cuando la impronta de su directora se ve plasmada en la trama y cuando sus protagonistas transmiten emociones reales totalmente identificables para con el espectador.
La música de mi vida (Blinded by the Light) es una coming of age dirigida por la inglesa con raíces indias Gurinder Chadha junto a un grupo de escritores compuesto por la propia directora, Sarfraz Manzoor, quién hace su debut, y Paul Mayeda Berges, usual coautor en los trabajos de la británica. En esta nueva película, el contexto será establecido en Luton, un pequeño pueblo en las afueras de Londres a fines de la década de los 80’s en donde viven Javed (Viveik Kalra) y su familia. Estos, de ascendencia Pakistaní pero ya establecidos hace rato en el Reino Unido, viven bajo un régimen estrictamente patriarcal en donde todos se comportan de acuerdo a lo que diga Malik (Kulvinder Ghir) el jefe de la familia. Ante semejante panorama y con una situación económica que incomoda a todos por la situación financiera que atravesaba Inglaterra en aquel entonces, Javed se encuentra permanentemente en la dicotomía de perseguir sus sueños de ser escritor e irse para siempre de Luton o ser lo más funcional a su familia posible y dejar sus ilusiones de lado. De una manera inesperada, el camino se le irá aclarando a Javed cuando se haga amigo de Roops (Aaron Phagura) otro joven pakistaní que le hará conocer un artista que gracias a sus canciones harán que la perspectiva de Javed cambie por completo. Éste artista es Bruce Springsteen, el símbolo del rock y del famoso “sueño americano”. Una vez que Javed se interioriza con respecto al artista, su perspectiva de la vida cambiará por completo y las decisiones que tendrá que empezar a tomar harán que su futuro sea una incógnita.
A pesar de que la trama tiende a sonar como si no hubiese nada ingenioso en la película, los grandes logros que se pueden ver en la obra de la directora se notan en la forma y el estilo que le impuso a su historia. Este tipo de films suelen tener siempre la misma estructura e incluso el conflicto casi siempre es el mismo, pero el camino tomado aquí hace que se torne un film sumamente diferente a los otros. Para empezar la representación de una minoría tan maltratada como la pakistaní en los años 80, una época en donde el Partido Nacionalista británico de extrema derecha era un acosador permanente de los extranjeros a tal punto de mantener comportamientos totalmente fascistas, no es algo que se vea todos los días y obviamente la directora puede materializar esas experiencias que seguramente supo tener que soportar. Pero si bien cuenta todo desde una perspectiva social bastante marginada, logra ampliar el umbral de empatía a cualquier otro punto de la sociedad, sean inmigrantes o no, gracias a la música y a como ésta se la ve representada. Cada canción seleccionada y el momento en el que suena tiene un propósito y funciona de manera incidental dentro del film logrando una empatía total de tal manera que las emociones logran traspasar la pantalla. Si bien la película no es para nada difícil de descifrar, quizás el desconocimiento del espectador para con Bruce Springsteen pueda generar menos empatía que la que se logra con alguien que dentro de todo sepa quien es él y lo que sus canciones significan. Al mismo tiempo la película da la impresión que se termina extendiendo un poco más de lo necesario y lo peor de todo es que en esos minutos que pueden tener de sobra (no más de 15) nada nuevo se explora, sino que solo están para repetir efectos visuales (que son muy pintorescos) pero que al verse tres o cuatro veces el efecto se pierde.
Las actuaciones de todo el elenco tienen un nivel bastante parejo a lo largo de toda la película pero quién logra marcar un salto de calidad es Viveik Kalra, el debutante en largometrajes tiene una magnifica primera interpretación protagónica. El segundo que mejor entiende como llevar a cabo su personaje es Kulvinder Ghir en su rol de padre exigente y para nada contemplativo y que al igual que Kalra, logra reflejar en su postura poco flexible todo lo que en su momento la cultura oriental pensaba e iba traspasando generación a generación. Si bien el resto del reparto logra tener un nivel parejo en todo el desarrollo del film, ningún otro personaje necesita de más minutos en pantalla como para tener un arco argumental y eso provoca que no terminen explotando sus buenas calidades.
La música de mi vida puede no ser inventiva en cuanto a su guion o a lo que quiere transmitir, sin embargo, logra dar un salto de calidad en cuanto a las formas que le imprime su directora y a las actuaciones de sus protagonistas que hacen que las emociones traspasen la pantalla sean o no fanáticos del canta autor estadounidense.