De lo humano y las clases sociales
en una obra destacada del cine chileno
Cuatro años después de girar por festivales y cosechar premios, “La nana” se estrena en nuestro país.
Este hallazgo cuenta la historia de Raquel, una mucama con “cama adentro”, que trabaja para la misma familia desde hace más de 20 años, por ende es lógico que semejante rutina haga mella en el cuerpo y en la mente de cualquier persona.
El día de su cumpleaños la muestra en su “habitat” natural, la cocina. Ese territorio es su pequeño mundo claramente definido a lo largo del relato. Allí es donde transcurren casi todas las pausas en su trabajo, pero también 20 años de desayunos y comidas solitarias.
Raquel es convocada por sus empleadores al living para integrarla a su propio festejo con torta, regalos y agasajo, pero ella se niega. Algo conserva de lo que suponemos fueron sus comienzos. Timidez y recato ante la demostración de un cariño que nunca sintió en su propio seno familiar. Así descubrimos la relación casi simbiótica entre La nana y la familia, sobre todo en Pilar (Claudia Celedón), la madre.
Lejos de intentar un ensayo sobre las clases sociales, Sebatián Silva bucea más profundo en la siquis de su criatura. Nos deja, como espectadores, a presenciar el desmoronamiento de las estructuras de Raquel, y la dificultad que ésta tiene para soltarse, para liberarse de ella misma, abrirse a sentir por primera vez. Disparador del conflicto son algunas actitudes que llevan a la necesidad de contratar a alguien para ayudarla en las tareas, y sobre todo pueda mediar solapadamente entre algún miembro de la familia. Claro, la nueva mucama podría verse como un apoyo o como una invasión del territorio. Será por eso que la elección es seguir a la protagonista u ofrecer planos móviles entre los marcos de las puertas, como si estuviéramos espiándola en cuerpo y alma.
Gracias a la fenomenal actuación de Catalina Saavedra es que La nana tiene tantos momentos graciosos como desconcertantes. Su trabajo ofrece una mirada a la capacidad humana para institucionalizarse, creando un alto e inquebrantable sentido de la dependencia. Sobre todo cuando falta el afecto de origen, el que se mama desde la cuna, ese que nos marca y nos crea un sistema de defensa propio ante la adversidad.
“La nana” es un buen retrato humano cuyas pinceladas tiene trazos finos para abordar los temas mencionados además de la tolerancia, los miedos, a poder, y a querer, ser y la reconstrucción del mundo de los afectos ante la propia carencia. Una buena opción de esta semana.