Raquel es una empleada doméstica que lleva más de 20 años contratada por una misma familia... es "casi" de la familia.
y ese casi es el que marca la diferencia.
Ha visto crecer a sus hijos, ha ayudado activamente en su crianza , conoce todos los movimientos de la casa y por sobre todas las cosas, conoce palmo a palmo los secretos y los manejos familiares.
Su delicado estado de salud y ciertos conflictos con la hija mayor de la familia, impulsan la contratación de una empleada más, para que refuerce sus servicios.
En esta primer parte de la trama, con muy pocas palabras y una galería de gestos y miradas de una expresión y potencia increibles, Catalina Saavedra (Raquel) nos sumerge en las vivencias, frustraciones, sentimientos encontrados, rencores y celos que tiene con sus empleadores, una familia de clase media alta -con aires de burguesía, mucho de nuevos ricos y escalada social estrepitosa con delirios de grandeza- que hace todos los esfuerzos para que la mucama parezca "naturalmente" incluida en la familia.
Aunque por otro lado, y tan subrayado como la ficticia inclusión de Raquel en el seno familiar, no pierden oportunidad de dejar bien claro cuál es el rol (social?) que juega cada uno de ellos.
Raquel, luego, defenderá su medio de vida, su lugar, su trabajo de tantos años, intentando boicotear a su manera y de todas las formas que le sea posible, el trabajo de las empleadas que la familia contrate para ayudarla.
Esa mínima "competencia" despierta en ella los sentimientos más oscuros, su parte más sombría, la instala en un lugar de poder que ella desconocía, pero que le brinda un adictivo placer apenas puede empezar a ejercerlo.
Hasta que es el momento en que Lucy llega a la casa.
Una sencilla muchacha de provincia que no repara demasiado en el comportamiento y las reacciones de su compañera de trabajo, le parece como natural su comportamiento.
Es entonces que por el contrario, Lucy logra rápidamente entablar un buen vínculo con ella y será el disparador para que Raquel inicie una serie de cambios en su vida. Cambios profundos: una "visita" que viene a la casa para dejar huella, quizás no tanto en la familia como en la propia Raquel.
El director de "La Nana", Sebastián Silva, logra ya sólo en la primer media hora situarnos claramente en la realidad social del Chile de hoy.
Le bastan un puñado de escenas para transmitirnos con toda la profundidad y la complejidad necesarias, los sentimientos de Raquel, presa e inmersa en los "delirios" y las exigencias de una familia tipo de clase media alta, ya casi en decadencia y en el mundo de sus hijos adolescentes que se les torna inmanejable.
Ante la aparición del personaje de Lucy, la película pierde su densa negrura -las cosas que les hace Raquel a las otras mucamas son realmente para un pequeño pero meticuloso análisis de la condición humana- para comenzar a mostrar un tono más amable, bordeando la comedia y empatizando más con lo que quizás el espectador quiera para la vida del personaje principal.
Después de una extensísima carrera en los circuitos de los principales festivales del mundo y con cierta demora en llegar a la cartelera porteña, la Ganadora del Gran Premio del Jurado de Cine Internacional/Ficción, y del Premio Especial del Jurado a la Actuación de Catalina Saavedra en el Festival Sundance, "La Nana" se constituye en un ejemplo de un guión tan pequeño como interesante (como la uruguaya "Gigante") en la mirada minuciosa y cotidiana, donde los personajes dicen poco, no se trepan ni a diálogos discursivos ni a grandes construcciones de diálogos, pero que a su manera tienen muchísimo que contar y lo hacen a través de un lenguaje estrictamente cinematográfico.
Catalina Saavedra en el papel de Raquel es el personaje clave, absolutamente excluyente para que "La Nana" realmente cumpla con lo que quiere contar.
Ella sabe robarse la película ya desde su primer aparición y es notable su composición llena de detalles y de fuerza en sus miradas y en sus gestos. No se hubiese logrado el mismo impacto si ella no estuviese en pantalla.
Su actuación es de un protagonismo absoluto y tiene la ductilidad de poderla percibir sincera, con repliegues y sutilezas, natural y encontrando la complejidad de su personaje, precisamente en lo simple.
Es realmente una muy buena noticia que dentro de tantos tanques y películas nominadas al Oscar, se pueda rescatar dentro de la cartelera a un cine latinoamericano diferente a lo convencional, y con una historia para contar con muchos puntos de contacto -todos, podría decirse-, sirviéndonos de espejo de la sociedad en la que vivimos.