Una secuela que mantiene algunas de las virtudes y muchos de los defectos de la comedia original.
Hace poco más de un año se estrenó en los cines argentinos El club de las madres rebeldes, exitosa comedia sobre mujeres escrita y dirigida por hombres. Jon Lucas y Scott Moore (reconocidos guionistas de films como ¿Qué pasó ayer? y codirectores de 21, la gran fiesta) vuelven a tomar el timón en esta secuela que se ubica un escalón por debajo de su predecesora.
Las protagonistas son Amy (Mila Kunis), Kiki (Kristen Bell) y Carla (Kathryn Hahn) y el período, como sostiene el título, es el período navideño con su caos, su consumismo, sus tradiciones y sus conflictos familiares. En este sentido, nuestras heroínas sumarán a las problemáticas cotidianas las visitas de sus respectivas madres, cada una con su carga no menor de obsesiones, miserias y desplantes.
Amy, recientemente divorciada y en pareja con el impecable Jessie (Jay Hernandez), se las tendrá que ver con Ruth (Christine Baranski); Kiki y su marido sufrirán la invasión de Sandy (Cheryl Hines), mientras que la soltera del trío, Carla, deberá lidiar con Isis (Susan Sarandon), una madre todavía más “descarriada” que ella.
La película -al igual que el film original- intenta cuestionar (mediante el tono satírico) el lugar de la mujer como madre sufrida, esposa abnegada y administradora / contenedora de la dinámica familiar. El problema es que lo hace apelando en muchos pasajes al lugar común, a la broma fácil y efectista, con una capacidad de provocación casi nula.
Así, más allá de que algunas espectadoras puedan sentirse indentificadas con algunos de los padecimientos de las tres mujeres (madres e hijas a la vez) el humor de La navidad de las madres rebeldes es de corto alcance y bajo vuelo (todas las actrices están un poco libradas a su suerte y lejos de los mejores trabajos de sus respectivas carreras). En definitiva, un entretenimiento ligero, superficial y con escasos momentos de inspiración.