Mismo equipo, mismo elenco, ahora de tono festivo. "La Navidad de las madres rebeldes" muestra la peor faceta de una fórmula gastada. Jon Lucas y Scott Moore se hicieron “famosos” en el mundo de la comedia al presentarse como los guionistas de ¿Qué pasó ayer?, aquella comedia con un trío de amigos derrapando mal en durante una despedida de solteros en Las Vegas.
El mega éxito de aquella suscitó una suerte de camino paralelo al estilo reinante en ese entonces en la comedia de la mano de Judd Apatow y sus historias de queridos perdedores. ¿Qué pasó ayer? Le abrió las puertas a la comedia supuestamente zafada, descontrolada, que dice insubordinarse a los valores tradicionales de la sociedad norteamericana, y reivindica la anarquía de la fiesta parrandera.
Moore y Lucas se volvieron los estandartes con las dos secuelas de aquella película, "21 La Gran Fiesta", "Fiesta de navidad en la oficina", y "El club de las madres rebeldes", entre otras que llevan sus firmas como guionista o directores.
Como toda fórmula, tiende a agotarse, y esta La navidad de las madres rebeldes, es una clara muestra de este padecimiento. El primer síntoma es la falta total de ingenio. Si en las secuelas de ¿Qué pasó ayer? Veíamos distintas variantes de los gags que vimos en la primera. En "La navidad de las madres rebeldes" no solo hay repetición directa de los mismos chistes que en "El club de las madres rebeldes", sino que ni siquiera se preocuparon demasiado en crear una excusa para continuar el chiste.
Simplemente es volver sobre la premisa original de las madres hartas de sus labores, y adosarle la visita de las madres de cada una. Se sabe que las comedias navideñas, desde ¡Qué bello es vivir! Suelen poseer un germen bastante conservador en su centro. Se posicionan mensajes de unión familiar, de respetar las tradiciones, abandonar los individualismos, y despejar cualquier pensamiento oscuro o impúdico… de lo contrario, hay castigo. "La navidad de las madres rebeldes", si uno se deja llevar por la venta, pareciera que se rebelará contra ese conservadurismo.
Pero tal como sucedía con la primera entrega, esa rebeldía es sólo una cáscara para terminar mostrando los mismos mensajes pacatos de hace sesenta años atrás. Para colmo, como en toda fórmula gastada, esta entrega ofrece menos que su predecesora. Amy (Mila Kunis), Kiki (Kristen Bell), y Carla (Kathrin Hahn), regresan como las madres que deden hacerse cargo de los quehaceres de todo el entorno.
La venida de las fiestas, específicamente la navidad, vuelve a despertar en ellas ese deseo de rebelarse y no cumplir con el rol asignado. Como plus, cada una recibe la visita de sus madres (Christine Baranski, Cheryl Hines, y Susan Sarandon) que, de diferentes maneras, ponen más presión sobre ellas.
Cada una representa un estereotipo diferente, esta la más normal (que obviamente es la más linda y es la protagonista), la atildada que más arraigados tiene los valores tradicionales, y la más zarpada y rebelde (y a la que se encargan de mostrar como la más fea). Por el lado de las madres todas son manipuladoras en modos distintos, pero redundan en lo mismo, abusan de su condición de tal y hay una condescendencia absoluta hacia sus actitudes.
Los chistes “nuevos”, obviamente, giran en torno a la lucha generacional, y siempre hay a mano algún gag burdo para agotar. El asunto es que, ya vimos la primera parte, nos reímos o no, pero ya conocemos de que se trata; y si aquella ya parecía descansar en los laureles de este estilo de comedia zafada, esta secuela directamente dormita sobre la idea de un guion pre escrito.
Tal como sucedía en "La navidad con los Kranks", aquellos que se rebelen al espíritu navideño tendrán su merecido y deberán arrepentirse a tiempo (y no estamos spoileando nada nos lo dicen en la primera escena, además de ser evidente que así va a ser).
Subyacen en estas películas la idea de que los sexos tienen roles asignados, en este caso, que la organización de las fiestas navideñas, son cosa de mujeres, y aunque venda otra cosa, ya sabemos cómo termina la mano. También existe la idea de que la mujer para liberarse debe comportarse “como hombre”, per eso ya es digno de un análisis más profundo que excede a estas líneas. Kunis, Bell y Hahn ofrecen lo que ya vimos, con menos ganas.
Lo que sí preocupa es ver a actrices como Christine Baranski, Cheryl Hines, y sobre todo a ese pedazo de actriz que es Susan Sarandon, rebajarse a este nivel; todas demostraron que en el campo de la comedia, pueden hacer mejores roles y mejores películas.
Será cuestión de repasar aquella proclama de los Premios Oscar sobre las mujeres entradas en edad y los personajes que les otorgan. La navidad de las madres rebeldes es rutinaria, algo aburrida, cuestionable ideológicamente, y no esconde su hechura exclusivamente para aprovechar algo que ya parece estar gastando sus últimos cartuchos. Que comiencen las apuestas ¿Cuál será el nuevo rumbo que tomará la comedia estadounidense?