Desarmando arbolitos
Curiosamente, y antes del estreno de La Navidad de las Madres Rebeldes (A Bad Moms Christmas, 2017), llegó a los cines locales Guerra de papás 2 (Daddys Home 2, 2017), película con varios puntos en común y que plantea situaciones similares, pero diferenciándose únicamente por el género (el femenino por el masculino).
En la segunda entrega de la película con Will Ferrell y Mark Wahlberg, los protagonistas recibían la visita de sus respectivos padres en medio de los festejos navideños y veían como de a poco su relación, ahora perfecta, se desmoronaba. No es raro que este plot resuene mucho cuando se ve La Navidad de las Madres Rebeldes y que además las comparaciones, odiosas por cierto, sean inevitables, dejando de lado que aquello que en una suma, en la otra resta. Mientras que el gag y el punchline explotan en Guerra de papás 2, aquí sólo genera tedio y ganas de salir rápidamente de la sala.
La Navidad de las Madres Rebeldes retoma los personajes presentados en El club de las madres rebeldes (Bad Moms, 2016), en medio de la preparación de la casa y la cena para nochebuena. Amy (Mila Kunis), Carla (Kathryn Hahn) y Kiki (Kristen Bell), cansadas de lidiar con sus hijos, maridos, y demás obligaciones; deciden tras una noche de tragos, dejar de lado las tradiciones navideñas y hacer lo que realmente desean: nada. Mientras afirman su “no Navidad”, la visita de sus respectivas madres, interpretadas por Susan Sarandon, Christine Baranski y Cheryl Hines, las harán rever su decisión.
El principal problema de La Navidad de las Madres Rebeldes no es el arco de sus personajes, la definición de los mismos, ni mucho menos la proliferación de situaciones. Por el contrario, su deficiencia radica en la imposibilidad de mantenerse transgresora durante toda su duración. Cuando comienza a elevar el nivel de bromas asociadas a la rutina de las madres, y a mofarse de ellas, cierta moralina y corrección política comienza a asomarse y a transformar los chistes en un castigo para las protagonistas. Una película que prefiere volverse blanca en los momentos en donde el espectador más necesitaba que el guion transgreda y corrompa lo establecido.
La sucesión de situaciones sin fundamento ni lógica, como así también la imposibilidad de mantener la cohesión dentro de la propuesta, terminan por resentir una secuela que podría haber ido por un lado, como su “hermana” Guerra de papás 2, pero que no logra salvarse ni con las actuaciones del excelente sexteto protagónico.