Premio a mejor película y fotografía en Sundance, ganadora de la Cámara de Oro a la mejor ópera prima del Festival de Cannes y sus cuatro nominaciones en los Oscar (mejor película, dirección, guión y actriz), enmarcan este film visualmente cautivante que no atrapa tanto por la historia sino por la sincresis lograda a través de su interesante propuesta visual, su maravillosa banda sonora y sobre todo, la fuerza de su personaje principal, que nos muestra una dura realidad con los inocentes ojos de una niña que sabe encontrar la belleza detrás de la miseria material.
La historia se centra en Hushpuppy (Quvenzhané Wallis), una niña de seis años que vive con su padre en una precaria comunidad de una región pantanosa rodeada por el rio y aislada del resto del mundo por un dique. Una feroz tormenta cambia su realidad por completo y ambos elijen sobrevivir en el mundo en el que ellos decidieron vivir, lejos de la medicina, de las reglas sociales y de sus desigualdades.
El film es narrado desde la mirada alucinada de esta niña, criada de forma primitiva y preparándola para poder valerse por sí misma en un entorno que así lo demanda, pero con su optimismo infantil y una extraordinaria imaginación que permite combinar durante el relato las acciones de sus protagonistas con metáforas visuales muy bien logradas.
Con una estética y fotografía realista y cuidada, que recuerda a varias de las producciones surgidas del nuevo cine Argentino, y con movimientos de cámara constantes combinados con planos subjetivos, la voz en off de la niña, que por momentos sobra y en otros le aporta significación a la historia, y una banda sonora que funciona a la perfección, Zeitlin consigue intercalar momentos de una rara intensidad con otros poéticos sin perder el equilibrio entre la atmósfera realista y las metáforas visuales, logrando transmitir visualmente la realidad de unos personajes que viven un drama humano y social que eligen afrontar a su manera.
Tal vez el acierto más importante de este director sea que no juzga ni cae en la denuncia social sobre el progreso que devora toda naturaleza.
Su historia es una fábula sobre el crecimiento, sobre la necesidad de desarrollar un instinto de supervivencia ante la vida y sobre la libertad. Un relato que promueve la defensa de una forma de vida, personas que aún en condiciones miserables, ven en su hábitat un paraíso.
Exceptuando la enternecedora, pero inverosímil, escena donde Hushpuppy y las niñas llegan a un burdel en búsqueda de su madre y algún que otro momento del relato que resulta un poco lento, la película no pierde frescura y cautiva hasta el final.
Mucho tiene que ver en ello su ágil y carismática protagonista de solo seis años, Quvenzhané Wallis, que sobrelleva su peso dramático con soltura y sorprende con la naturalidad con que maneja su cuerpo para transmitir la personalidad de su papel.
Mención aparte para esa metáfora fantástica donde un grupo de bestias prehistóricas, que resucitada de los hielos por la imaginación de la niña, va en su búsqueda cual civilización avanza inexorablemente sobre los pueblos, y es enfrentada finalmente cuando la niña, superando al miedo y lista para enfrentarse a la vida, impone su destino.