Take a walk on the wild side
Una curiosidad que, en el marco de los Oscar, saludablemente no se inscribe en lo que habitualmente se premia, y que muestra una gran habilidad de su director, el debutante Benh Zeitlin, para no caer en ninguna de las trampas que se podían presentar en una apuesta riesgosa que combina un registro semi-documental con efectos visuales y fantasía, y un gran trabajo de la niña protagonista y otros no-actores que la rodean.
Cuento de hadas marginal, a mitad de camino entre el neorrealismo y el realismo mágico, mezcla rara de De Sica y Miyazaki conviviendo con Mark Twain y Kusturica, la película se parece a muchas cosas para no parecerse a nada, se destaca por sus climas y su permanente sensación de peligro.