Pequeña pero necesaria pieza del universo
Cuando la televisión transmitió las consecuencias del huracán Katrina, con las víctimas que habían perdido sus viviendas precarias, se visibilizó ante la opinión pública las condiciones de miseria del sur profundo estadounidense. Esas imágenes mostraron personas alejadas del mundo civilizado y fuera del orden social.
En su opera prima, Benh Zeitlin -un joven director de Nueva York instalado en Nueva Orleans- ha construido una fábula apocalíptica y al mismo tiempo esperanzada, con el singular protagonismo de una niña de seis años, que vive junto a su padre en un bañado sin tiempo ni nombre geográfico real pero con referencias suficientes como para vincularlo con esas pequeñas comunidades pesqueras de Luisiana, aisladas y amenazadas por huracanes y mareas, donde sus habitantes han aprendido a sobrevivir en forma autosuficiente.
Fuertemente vinculados con su lugar, a pesar de las condiciones precarias en las que se encuentran, estos seres disfrutan de una libertad que los mantiene independientes del consumo de las ciudades y las fábricas que miran desde lejos y con recelo.
La vuelta de tuerca de la película consiste en que temas muy crudos como la miseria, el abandono y las amenazas despiadadas de la naturaleza son transformados por la narración de la niña Hushpuppy (Quvenzhané Wallis), quien interpreta todos los hechos que le ocurren como una especie de aventura épico-mágica y los transforma en una fábula poética y delicadamente dolorosa.
El padre de la niña además está muy enfermo y se encarga de enseñarle a su pequeña hija las elementales formas y medios de supervivencia en el pantano, donde ante todo se impone una regla: ser fuerte y valerse por sí mismo. Como el relato va de la mano de Hushpuppy, constantemente escuchamos la voz en off de la niña y podemos conocer sus pensamientos, ideas y visiones de la realidad que vive y observa. Este elemento es vital para la narración en general del film, porque a través de la perspectiva de la niña experimentamos la división de la historia, entre lo que ocurre realmente y lo que se desarrolla paralelamente en su imaginación.
Realismomágico
Filmado con una inquieta cámara en mano, con abundancia de primeros planos, el film se apoya en un montaje inteligente de tomas breves con las que registra a un elenco de actores no profesionales, la mayoría originarios de Louisiana.
Zeitlin sabe articular el naturalismo con el realismo mágico, propios de ese espacio primigenio que crea, sin caer en el regodeo ni estetización de la pobreza. En contraste con la fuerza de la imagen, resulta reiterativa la banda sonora que es efectista por su uso exagerado. En cambio es excelente la utilización de las locaciones naturales que transmiten el encanto del espíritu sureño. Hay algo de pintoresquismo en ese universo místico y extraño de la niña que amalgama realismo sucio y mágico. Como toda gesta heroica, la de Hushpuppy es también una tarea de autoconocimiento, de entrada a la madurez, mientras busca encontrar alguna explicación en el orden universal.
Las películas que mezclan poesía y realismo descarnado difícilmente funcionan, pero Zeitlin, en su prometedor debut en la dirección, lo alcanza con asombrosos resultados que captan el espíritu sureño, lo carga de poesía visual y simbolismo al tiempo que no aborda la denuncia social en forma convencional.
La constante brecha entre la urbanización y su antítesis -que marca todo el recorrido de la película- eclosiona cuando la muralla física entre los ambientes opuestos se derrumba y la comunidad se ve arrastrada hacia ese otro mundo que no comprenden ni los comprende. Allí, la historia se torna circular, porque Hushpuppy buscará un viaje de ida y vuelta en pos de la recuperación de todas las piezas de ese mundo roto en pedazos pequeños pero evidentemente necesarios y que el film se empeña siempre en rescatar.