Era todo un desafío para Álvaro Brechner contar la historia del cautiverio de tres de los líderes tupamaros uruguayos encarcelados en 1973 desde una mirada inteligente, desprovista de espectacularidades, entretejida con humor y dolorosa empatía. La noche de 12 años recorre esa interminable detención en pozos oscuros y agujeros húmedos como una experiencia extrema, inhumana, que devela las raíces de la brutalidad en las manos de un Estado militar.
Las claves de su puesta en escena son el uso del silencio y la oscuridad como formas de tensar las fronteras entre la cordura y el delirio, entre la rendición y la resistencia. Rosencof, Fernández Huidobro y Pepe Mujica (notablemente interpretados por Chino Darín, Alejandro Tort y Antonio de la Torre) son sobrevivientes antes que héroes, piezas que Brechner sitúa como espejo de los sentidos del espectador, en un arriesgado ejercicio de radical introspección.
Pese a ciertas convencionalidades en la recreación de detenciones y a cierta sobreescritura en los interrogatorios militares, la película consigue que tiempo y espacio se dilaten en la experiencia de cada personaje, que los vínculos con sus carceleros se tiñan de impensadas sintonías (cuando Rosencof escribe cartas de amor en nombre de un guardia), las conexiones con sus compañeros de celebrados hallazgos (la vital comunicación intramuros) y las visitas del afuera de efímeras y emotivas liberaciones.