Visita inesperada
Tras media hora de transcurrida la película, uno entiende a dónde va La noche de la expiación: las intenciones, la demarcación de los personajes e incluso el giro que se puede dar. Pero la razón de que esto suceda no es sólo porque es previsible, sino porque el concepto y la idea sumergen al guión en acciones que se van haciendo cada vez más forzadas a medida que nos acercamos al final. Aún así, y esta es la cuestión, es necesario, no queda otra, es la excusa para llevar al espectador a reflexionar que la violencia genera más violencia. El problema es que esta excusa termina empantanando el relato y el imaginario de distopía que había construido hábilmente, para terminar siendo un thriller del montón.
La noche de la expiación relata cómo durante un acontecimiento anual llamado “la purga”, a una familia que apoyaba la iniciativa y que al mismo tiempo se veía beneficiada por la venta de sistemas de seguridad domésticos para afrontarla, se les da “vuelta la tortilla” inesperadamente. ¿En qué consiste “la purga”?: hay un día del año en el cual está permitido cualquier tipo de crimen, incluso el asesinato. Para garantizar que las consecuencias del crimen sean concretadas no se encuentran disponibles ni la policía ni los centros de salud. La calle se hace un enorme escenario donde el ser humano libera sus oscuros instintos desquitándose con todo lo que tiene a su paso o resolviendo una venganza pendiente hacía tiempo. En el mundo que plantea el film -aunque no se sustenta demasiado bien cómo- esta medida ha garantizado el bienestar social e incluso ha favorecido el sistema económico. Este argumento, que por momentos recuerda al mejor Ray Bradbury, no tarda en diluirse rápidamente para transformarse en un pastiche digno del peor cuento de Robert Silverberg.
Sin embargo, si la película logra sobrevivir a los agujeros de la trama (que se explica principalmente en la llana superficialidad con la que todo es aceptado pasivamente) es gracias a la acción y la exposición del imaginario en torno a la purga. Si bien por momentos cae en la tentación de una explicación que nos llega por gentileza del padre estructurado interpretado por Ethan Hawke, el detalle del color de las flores, los informativos y las horas de pánico en la intimidad antes del incidente hacen que este elemento fluya en la narración hasta la media hora, en que la carga moral pone a los personajes en una situación límite que se hace cada vez más forzada hasta el inverosímil final.
Con algún destello creativo y actoral, pero un guión disperso, La noche de la expiación demuestra que no siempre una buena idea hace a una gran película.