Para que quede claro sobre a qué nos enfrentamos, ya está en pre- producción, de la mano del mismo realizador, la segunda “The purge 2”, la que sería protagonizada por Carlos Gallardo, el actor mejicano que fuera conocido por el publico de la mano de Robert Rodriguez animando el personaje central de “El mariachi” (1992).
También podría pensarse como una remake para la sociedad latina, ¿mejicana específicamente?, de la que se estrena ahora. ¡Quién lo sabe! Pero los buenos dividendos producidos provocan éste tipo de reacción.
Si bien la idea que sustenta y luego desarrolla es inquietante, movilizante, hasta desestructurante, son tantos los desaciertos que termina por ser un producto menor. Esa idea primaria se diluye cuando el filme hace un despliegue de violencia glamorosa, anticipada por los diálogos y la presentación de los personajes.
Nos encontramos en el año 2022 (no falta mucho) en los Estados Unidos de América, país que se encontraba desolado por la creciente ola de delitos cotidianos, y con las cárceles superpobladas. El nuevo gobierno, los llamados “nuevos padres” de la Nación, ha encontrado un modo de frenar la violencia incontrolable. Para ello se sancionó una ley que permite durante un período de 12 horas, de las 7 de la tarde a las 7 de la mañana siguiente, en un día determinado del año, que toda actividad violenta, criminal, incluyendo asesinatos, se vuelva más que legal, necesaria.
Todas las fuerzas de seguridad dejaran de responder a los llamados de auxilio o a recibir denuncias, y los hospitales suspenden la atención, nunca se aclara si los que ya están internados quedan desprotegidos y abandonados a su suerte o si sólo a los que se registren en esas “horas desesperadas”.
Es una noche en la que la ciudadanía se autorregula sin pensar en el castigo, ¿tampoco en las consecuencias de sus actos?
En esta noche invadida por la violencia consentida, casi una morbo de delito transformado en pandemia, cada persona y cada familia deberá decidir que hacer, si “purgarse” de toda la violencia contenida durante un año o encerrarse, atrincherarse, y protegerse de posibles ataques.
Entonces nos encontramos con James Sandin (Ethan Hawke), un exitoso hombre de negocios, padre cuasi ejemplar de una familia tipo, con una hija adolescente, Zoey (Adelaida Kane), en plena ebullición del deseo sexual, un hijo puber, Charlie (Max Bulkholder), quien es todo un genio de la electrónica, o cosa similar, y una esposa, Mary (Lena Headey), toda una ama de casa de las de antes.
Esta familia decide encerrarse en su mansión fortificada a pleno, ya que él es un vendedor de sistemas de seguridad, y se hizo rico al haber sido el instalador en todas las casas del barrio privado en el que vive, e incluso haberlo hecho extensivo en todo el perímetro, de esa pequeña ciudadela asimismo fortificada.
Pero algo sale mal, la orden, la pauta, es que no se abre ni se desconectan los sistemas bajo ninguna circunstancia, pero Charlie observa por medio de las pantallas que reflejan lo que las cámaras exteriores captan, a un hombre negro (el único de toda la película), también hay un latino que trabaja para el barrio, en peligro, que lastimado y perseguido pide auxilio, todo un homeless, al que, por acto humanitario, le abre las puertas para que ingrese a la casa. Eso hará que la familia sea atacada furiosamente por un grupo de jóvenes, blancos, neo nazis tácitos durante 364 días, que les exigirá la devolución de su “objeto” (el negro) elegido para descargar la ira contenida.
Planteada la disyuntiva, la familia debe decidir si entrega o no a quien parece ser quien los puso en peligro, o si decide defenderse del ataque exterior. Claro que para que la trama se siga desarrollando James debe confesarle a su familia que el sistema de seguridad no es infalible. Ergo, la irrupción de los “malos” es inminente.
El realización es un ejemplo claro del guión al estilo Hollywood: todos los tiempos están respetados, los puntos de quiebre aparecen en el momento adecuado, las acciones promueven el desarrollo del relato, la música y el diseño de sonido suscita y acrecienta los momentos de tensión, ayudados por el montaje tanto del sonido como de la imagen, apoyándose en la dirección de arte, específicamente la fotografía y el manejo de la luz que están al servicio del supuesto suspenso, todo es un despliegue de catalogo, incluso los diálogos se constituyen en ese orden.
El problema principal es que la producción termina siendo casi atractivo por mostrar aquello que en un principio intenta denunciar, pero el otro punto débil que casi pasa desapercibido es la incongruencia entre las primeras imágenes, esas que instalarían las razones de la instauración del “Dia de Des - Gracia” con lo que los personajes, todos, los principales y los secundarios, dicen de la experiencia. Ya que constantemente parece que estamos ante otro día de purga, y en realidad, si tomamos esas primeras imágenes, presentadas en el registro de un archivo de noticias, de documental, esta noche de marzo de 2022 sería la primera. Pero digamos que eso queda soslayado por la intención primordial de posible denuncia que plantea el texto.
Todo lo demás es ya visto, hasta los giros expresivos, narrativos y las supuestas sorpresas que depara, sólo sostenidas por las buenas actuaciones, tanto del siempre eficiente Ethan Hawke como de los otros actores casi desconocidos por el gran publico, situación que ayuda a la credibilidad.