Una noche de furia y terror con poco nuevo para ofrecer
Estados Unidos es una nación renacida. El desempleo es del 1 por ciento y la delincuencia se encuentra en su nivel histórico más bajo.
Tan preciada utopía se logró gracias a "la purga" implementada por un nuevo gobierno autodenominado como Nueva Fundación de los Padres de América -Dios salve al resto del continente de él- y que consiste en la realización, una vez al año y durante 12 horas, una suerte de toque de queda para los agentes de seguridad.
Durante ese lapso que sucede por la noche, todos los crímenes son legales y la ciudad se convierte en un literal "terreno de nadie" donde la única regla vigente es el "sálvese quien pueda".
Un padre burgués que ha encontrado en este nuevo mundo el ideal de vida, es James Sandin (Ethan Hawke), un alto empresario de negocio de seguridad.
Fiel a su oficio, el hombre vive con su familia "tipo" en un barrio exclusivo y en una mansión plagada de alarmas y puertas blindadas. Su mujer (a cargo de Lena Headley), una hija adolescente (Adelaide Kane) y un niño del 2022 que sabe más de teconología que de juego (Max Burkholder).
"Esta noche permite que toda la gente libere el odio y la violencia que llevan dentro", adoctrina este hombre ejemplar a sus dos hijos, y su mujer lo acompaña destacando los beneficios de un método de "purga" de los males -sentimientos socialmente peligrosos y personas de similar índole- y procurando preparar a sus dos hijos para lo que vendrá en las horas venideras.
Pero si el mundo alrededor resultara ideal, ni la película, ni el terror del género que la encuadra, ni la crítica que intenta sin mayor profundidad, tendrían razón de ser.
El conflicto surge cuando los adultos se descuidan metidos en sus quehaceres y asistiendo a la televisación en vivo del desmán externo como a un programa musical.
En esos instantes, la hija decide socorrer a un afroamericano que pide ayuda desesperada abriéndole las puertas de su casa, y al mismo umbral no tarde en llegar un grupo de racistas decididos a atrapar al "objetivo" de su noche de expiación, sin detenerse en las consecuencias.
Para Sadin, un hombre que afirma no tener motivos para matar a nadie ni aprovechar la impunidad de "la purga", la amenaza a su bienestar y el de su familia para defender a un extraño es una encrucijada a resolver.
El planteo seduce y como espectador se espera que los permisos de violencia explícita que se toma el director James DeMonaco (Asalto al precinto 13, también con Hawke).
El título con que fue traducida, donde se habla de "expiación", un término directamente relacionado con lo religioso -la Expiación de los pecados de la humanidad a través del sacrificio de Cristo- alientan a un compromiso del relato, mucho mayor del que finalmente realiza.
Armas mediante, la historia se convierte en una cacería sin más sentido que el de matar o morir, que sigue manteniendo el suspenso pero se vuelca definitivamente a la acción por sobre cualquier atisbo filosófico y sociológico.
Termina, entonces, tratándose de una película con más aspiraciones que resultados.