Esta producción es un muy buen ejemplo de lo que la jerga popular llama “la magia del cine”. Para poder justificarlo voy a recurrir a la crítica que realicé de la primera parte de “Insidiuos”, también dirigida por James Wan, no hace mucho tiempo, en mayo de 2011. En el final de la nota decía que….” La tercera vez, ya fue una sensación de horror, y es cuando el filme termina dejando abierta la posibilidad de una segunda parte”….
Situación y profecía que, a las pruebas me remito, se ha cumplido. Pueden llegar a vislumbrarse varias razones, la principal a mi criterio es que el éxito comercial dio rienda suelta a los productores a continuar, y de ser posible establecer una franquicia, del mismo modo que James Wan iniciara con la deplorable saga de “Los Juegos del Miedo” en el 2004, para llegara con la de próximo estreno a la octava. Digo yo, ¿no es demasiado?, o ¿no se cansan de filmar tanta basura?
Parece que el dinero manda, ¿no?
Al principio hablaba de la magia del cine. Algunos trucos son indescifrables, otros no tanto, la magia aquí se instala al promediar la narración y se refrenda al finalizar la misma.
Esta segunda entrega no es tan mala como la primera, lo que no quiere decir que sea buena. Tiene como diferencia sustancial con la primera parte es que en esta continuidad no se repite la idea de la residencia embrujada, no lo hace, no lo puede hacer, ya que al finalizar la primera Josh Lambert (Patrick Wilson) se muda con su familia al hogar de la infancia donde vive su madre, junto a su mujer y sus hijos, razón por la cual el demonio no habita la casa sino el cuerpo de alguno de ellos. Entonces el filme se construye más cercano al terror psicológico que al físico, en eso gana aunque no deja de utilizar presencias fantasmales e imágenes no muy identificables pero si aterradoras.
Todo debe tener un principio y esta historia lo encontrará en la década del ‘80, la época de la infancia, a la postre no tan feliz, de Josh, intento tan trillado que el sólo hecho de presentarlo genera fastidio, sobre todo por la torpeza narrativa con que la presentan, nada queda en la generación de la duda. El simple suspenso, el miedo, se provoca únicamente por los abruptos efectos sonoros que producen sobresaltos en los espectadores, pero que nada agrega al género, sólo estamos ante una película que regresa a algunos momentos del relato original, explorando, si se quiere, el otro lado de la historia.
Cuando los Lambert habían dejado atrás a los demonios que acechaban a su hijo, la calma dura tan sólo unas cuantas horas… al parecer algo del más allá está en nuestro mundo, en especial en alguno de sus cuerpos.
Dentro del rubro de la actuación es buena la performance de Rose Byrne como Lorraine Lambert, la esposa de Josh, al mismo tiempo es loable el esfuerzo de Patrick Wilson por darle credibilidad a la dualidad de su personaje, el bueno y amoroso esposo y padre de familia en contraposición al malvado poseído por el demonio, claro que con mucha ayuda del muy buen maquillaje, la buena dirección de arte, destacándose la fotografía aunque tampoco aporta nada nuevo al rubro.
Por otro lado, la otra variable de la magia del cine se produce en las actuaciones o más específicamente en las actrices, ya que, y vuelvo al texto de la critica anterior donde decia...” El pánico se apodero de mi en el segundo momento, y es cuando pude percibir el daño irreversible que el tiempo le había provocado a la otrora bella Bárbara Hershey”….
En esta nueva parte, dos años más tarde, la ex bella señora hasta parece más joven que en la anterior, muy poco tiempo de filmación entre la una y la otra, es la magia del cine, o con el dinero de la primera se le pago al cirujano plástico.
La verdad es todo esto poco importa y nada, como la sensación que me produjo ver este subproducto del terror. Lo dicho, no es tan mala como la primera.