Quesadilla en lo profundo de la noche
El conjuro fue una de las grandes sorpresas de este año: la consagración absoluta de un director que había comenzado su carrera con una película muy mala, que por poco destruye el género de terror (El juego del miedo, obviamente) y que fue creciendo película a película hasta culminar en uno de los mejores exponentes del cine de terror de los últimos tiempos; un film que remitía al mejor cine de los setenta pero que no tenía nada que envidiarle a este. El gran problema de haber llegado a semejantes alturas, y que lo haya hecho de forma progresiva, es que ahora todos esperan que Wan siga superándose a sí mismo. Y Wan, arriesgado él, no tuvo mejor idea que estrenar esta secuela de su gran película de 2010 inmediatamente después de El conjuro.
Y no, La noche del demonio 2 no es la obra maestra que es El conjuro. Pero ese es su principal encanto: resulta evidente que Wan no intenta en ningún momento hacer una película del nivel de sofisticación y cuidado que tiene El conjuro. Aquí, Wan renuncia por completo a la seriedad y la gravedad setentistas de El conjuro y nos entrega una obra deliciosamente pulp. La noche del demonio 2 es algo así como el rip-off italiano (o la típica “falsa secuela italiana de película americana”) de su primera parte que, si bien tenía algo de comic relief por el lado de dos personajes que reaparecen en esta película, estaba más cerca del clima seco y la sensación de amargura y desesperanza que El conjuro explota hasta las últimas consecuencias. En La noche del demonio 2, Wan no se toma nada en serio: como muestra, basta mencionar que en una escena, y por cuestiones que no vale la pena mencionar, un personaje que está haciendo atacado por otro (poseído, él) se pone a gritar: “¡Quesadilla! ¡Quesadilla!”.
Wan se divierte y da rienda suelta a su cinefilia de una manera mucho más brutal, disparatada e in your face que en el resto de sus films: es una película exploitation orgullosa y consciente de serlo, y amalgama escenas y líneas argumentales de montones de obras que marcaron a Wan: el espíritu de Psicosis y sus clones sobrevuela toda la película en forma de subtrama de asesino serial travestido (vestido de “novia vestida de negro”: ¿Hitchcock/Truffaut?), pero el realizador también mete muchos elementos del terror italiano (hay un hermoso flashback salido directamente de un giallo, y Wan se preocupa tan poco por nimiedades como “el guión” y “la progresión dramática” como Lucio Fulci y Dario Argento) e, incluso, en un momento, decide convertir su película en Volver al futuro 2.
La noche del demonio 2 es un tour de force psicótico en el que Wan se permite divertirse, jugar, distenderse, arriesgarse (para a veces fallar, por qué no), y resulta llamativo cómo el tipo fue capaz de hacer, el mismo año, una película como El conjuro, un “cuentito bien contado” en el que se tomaba su tiempo para construir el suspenso y presentarnos unos personajes con los que podíamos sentir empatía, y esta, una película que se mueve a velocidad rayo, que no para nunca, a la que no le importa nada: dos películas que resultan irresistibles por razones totalmente opuestas.