James Wan claramente entiende lo que hace y sabe cuándo es hora de decir basta. El malayo saltó a la fama hace casi una década atrás cuando introdujo a Jigsaw y a sus juegos del miedo, pero no se quedó en la comodidad del gore básico y las secuelas permanentes que han llevado hasta un Saw 3D, la séptima en la franquicia. A ello lo siguió con un débil uno dos en la forma de Dead Silence y Death Sentence –tengo un grato recuerdo de esta última-, dos películas del 2007 que no le hicieron mucho favor. Tres años más tarde volvió a llamar la atención con Insidious, un film de terror que tomaba distancia de los baldes de sangre y la pornotortura que había ayudado a instalar, una producción de género de bajo presupuesto y de trabajo artesano, más en la venia de la búsqueda de una atmósfera que en la del susto simplista.
Como si de un patrón se tratara, tres años más tarde vuelve con dos golpes separados por cuestión de meses. Uno fue perfecto, The Conjuring, el cual le dio la chapa que detenta actualmente como una suerte de renovador dentro del vapuleado terror. Este no era fácil de seguir, menos con una secuela. El haber hecho Insidious: Chapter 2, quizás explique el por qué su próximo trabajo es Fast & Furious 7. Wan no puso distancia con su primer puñetazo y lanzó toda su potencia con el segundo, sino todo lo contrario. El Conjuro es su mejor película y La Noche del Demonio 2 padece de las comparaciones, primero porque la otra todavía sigue en cines, segundo porque no es la mejor forma de seguirla. Esto no implica que se trate de una producción pobre, de hecho es una buena secuela y eso dice mucho, pero sí palidece en relación a lo alcanzado por el director con su última entrega.
Si hay algo destacable de esta realización es el hecho de sentirse como una segunda parte orgánica. La primera resultó en el film de mayor rentabilidad en el 2010, multiplicando en forma exponencial su ínfimo presupuesto, lo que llevó a una inmediata luz verde de parte del productor Jason Blum y equipo para una continuación. Si bien se dejaba una puerta abierta para una secuela, es evidente que no se trató de un simple gancho y que hubo dedicación en pensar cómo continuarla. El final fue un moño, pudo servir para cerrar en forma adecuada el paquete o como una invitación a desenvolver una nueva historia, algo que marca una llamativa distancia respecto a la franquicia Paranormal Activity creada por Oren Peli -que casualmente es productor aquí-, con la cabeza igualmente puesta en la recaudación pero con menos esfuerzo en materia de guión.
Insidious: Chapter 2 funciona. El trabajo artesanal que se le destacó a Wan todavía está presente, en un film más atmosférico que de miedo. Una continuación directa de su antecesora -inicia su derrotero minutos después que el fin de la otra-, se recuesta mucho sobre ella y por momentos la recrea literalmente. Empieza el juego con una historia de corte más "realista" que la que se presentó en la primera -no hay una entidad demoníaca como en aquella- y abre varios frentes para tratarla de forma coherente en el ámbito temporal en los que está inserta. Así evita caer en una mera repetición de la fórmula, con el abordaje de un argumento con tintes de suspenso para dar cuenta de qué es lo que en verdad ocurre con estas proyecciones de las que la familia Lambert es víctima.
Es cierto que el guión de Leigh Whannell goza de una rigurosidad nula en lo que se refiere a lo policial, con la improbable resolución de un caso de décadas de antigüedad en forma inmediata. Pero es un ejercicio que se agradece si se tiene en cuenta que la alternativa sería un calco de la primera parte, con una simple inversión de los roles entre padre e hijo para ver quién es el que rescata y quién es el rescatado. La película no depende exclusivamente de las actuaciones de Rose Byrne y de Patrick Wilson, dado que los secundarios cobran mayor protagonismo y se convierten en partes fundamentales, haciendo mover la trama por su propia cuenta.
El núcleo duro de la familia Lambert por un lado, la proyección de Josh en el otro mundo y los investigadores de lo paranormal junto a Barbara Hershey, cada grupo conduce su etapa de la narración. Este avance en tres caminos diferentes debilita el resultado final, tras una llegada a destino que se siente gastada a diferencia de lo que hubiera sido una narrativa más compacta. Ocurre que durante buena parte de su metraje, el espectador está frente a dos o tres historias diferentes y en apariencia totalmente desconectadas. Este desconcierto eventualmente llega a buen puerto, cuando se evidencia que todo -incluso los eventos de la primera- estaba en relación. Pero el recorrido a los tumbos, las repeticiones respecto a la anterior y la idea de que se ha llegado a una suerte de techo creativo, son suficientes como para creer que el paso de Wan hacia la acción rápida y furiosa es una decisión acertada.