Lugares comunes que no asustan
La familia Lambert (padre, madre, un hijo y una hija) debió sortear difíciles y terroríficos escollos en los dos films que antecedieron a éste, estrenados en 2010 y 2013, respectivamente. Pero este género da posibilidades para que esas historias siempre puedan sumar algunos elementos más que se imbrican con las anteriores, y así en esta tercera franquicia la protagonista es Quinn, la hija adolescente que, perturbada por la muerte de su madre, acude a Elise Rainier, una mujer que convoca a los espíritus, para poder acercarse nuevamente a su progenitora. A regañadientes, Elise acepta, pero un accidente automovilístico dejará inmovilizada por algunos meses a Quinn, quien comienza a ver una sombra siniestra que la acecha cada vez con más saña.
De aquí en más la trama no se aparta de esos giros tan sabidos en los films de este género: gritos de horror, ruidos misteriosos, rostros espantados y monstruosas criaturas que cercan cada vez más a la protagonista.
El novel director Leigh Whanell, sobre la base de un guión propio, trató de ser original en el planteo de cada una de estas situaciones, pero apenas logró algún acierto en las escenas de suspenso y una mínima pintura de humor en un par de cazafantasmas que deciden intervenir para descorrer la maldición que cayó sobre la muchacha. No es mucho ni muy original lo que esta continuación aporta a este nuevo entramado.