Otra tibia vuelta por el más allá
Sin la dirección de James Wan, la historia se centra en una adolescente atormentada por una diabólica presencia y en la médium -de las versiones anteriores- que quiere ayudarla. Una precuela que empieza mejor de lo que termina.
El terror sigue buscando formas para sorprender al espectador. En el caso de la saga La noche del demonio, los recursos se repiten para hacer de las películas un fructífero negocio en boleterías.
Esta precuela -situada antes de la persecusión de la familia Lambert- revela cómo Elise Rainier -Lin Shaye - usa sus dones -"auqnue estoy un poco vieja para esto"- para contactarse con los muertos. En este tercer eslabón, su misión consiste en ayudar a Quinn Brenner -Stefanie Scott-, una adolescente acosada por un entidad sobrenatural, a conectarse con su madre muerta.
Las mejores escenas tienen lugar al comienzo cuando la protagonista -postrada en la cama luego de ser atropellada por un auto- queda a merced de una figura que se aparece en la habitación, alertando a su padre -Dermot Mulroney- y generando un clima de desprotección y presencias sobrenaturales. Hasta ahí la película tenía material para cortar pero luego comienza a burlarse de sí misma, lo que quita seriedad al asunto y pierde el clima inquietante que tenía al comienzo.
Las dos versiones anteriores tenían el sello en la dirección de James Wan, el mismo de El juego del miedo y Silencio de muerte, quien ahora deja su turno al debutante Leigh Whannell -guionista de las tres primeras partes de Saw-, quien también repite su papel de Specs en esta trilogía, uno de los dos ayudantes a quien la médium Elise decide incorporar a sus tareas.
Todo se resume a una serie de sobresaltos -algunos logrados - pero la historia queda bastante desangelada con tanto fantasma que reaparece entre tules, máscaras de oxígeno y una silla de ruedas. Además ¿qué pasa con el hermano menor de la protagonista?, ¿Y con su vecino Héctor?: estos personajes desaparecen sin razón en medio de sesiones espiritistas, pasillos con humo, Elise con un farol que la guía hacia el "más alla" -en Poltergeist una cuerda era la que unía ambos mundos- y una vecina que muere misteriosamente. El final ingenuo y tierno poco encaja con un relato que promete seguir las desventuras de la espiritista y su equipo de "cazafantasmas".