Otra noche más
Leigh Whannell, guionista de los dos primeras Noche del demonio, toma esta vez la dirección por las astas y narra la precuela de las desventuras de la familia Lambert (o, mejor dicho, la precuela del espíritu maligno que asoló a los Lambert en dos ocasiones). Si la primera secuela fue un lamentable paso en falso (la original, pese a la temática agotada, puede contarse entre las cinco mejores películas de horror de esta década), esta precuela resulta innecesaria, sobre todo porque su vínculo con la saga es casi nulo.
Quinn (Stefanie Scott) es a menudo visitada por una presencia espectral que interpreta como el fantasma de su madre, recientemente fallecida. La adolescente consulta a la médium Elise (Lin Shaye), el único personaje recurrente en las tres películas, y la mujer, tras rehusarse inicialmente a la tarea, percibe que la presencia no es el fantasma de su madre sino alguien demoníaco. Con ayuda de Elise, su padre Sean (un descolocado Dermot Mulroney) y la de un vecino pretendiente con quien se comunica mediante golpes en la pared del dormitorio (ojo con esta escena), Quinn enfrenta al demonio hasta que un equipo de bloggers, estilo Cazafantasmas, arruina sus esperanzas y las de la película.